Dedicado a las madres ancashinas de todos los tiempos.
Por Julio R. Villanueva Sotomayor
Lima, mayo de 2019
Tulipán de pétalos acrisolados,
con rocío bailarín, bullanguero,
en hora de vientos felices;
con lágrima apretada,
sufriente; en tiempos de tormenta.
Mujer acorazada,
con yelmo de oro,
refulgente,
vallado a ingratas dagas
de amor no correspondido.
Carmín con frenético arrebol,
en sangre palpitante,
sentimiento doliente,
por el hijo ausente, ¡allá!,
sin brazo que llegue.
Espina en el alma,
punzante, dura y dolorosa,
por el hijo, ¡aquí nomás!,
sin mimo siquiera este día,
amargura sin fin, destrozo en el alma.
Cáliz con santo espíritu de amor,
ritual de hostias con ilusión
por el hijo en estrujado de vino
marca de cariño y amor
en todo minuto, de cualquier día
Madre, de rosa roja,
con perfume en dimensión cuántica,
floreciente en toda la vida,
que no es de ella, ¡es del hijo!,
hasta la rosa blanca que se avecina.
Madre, de rosa blanca,
vívida en la magnitud del alma,
ahora, con recuerdo total del hijo
que la acaricia en rosa roja
en sublimes imágenes del ayer.
En cada recodo de su vida
sigue la madre preñada
sigue su hijo en ese vientre
nunca rompió el cordón umbilical,
ni en su último reto vital.
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