Soy aprista pero como no soy político activo puedo ser indiscreto y temerario. Por eso, me atrevo a decir, que el dos mil dieciséis, no continuará el sistema pseudo-constitucional imperante hoy.
Va a producirse un cambio radical y profundo. No habrá ningún golpe militarista, porque esos “líderes” jamás han sido redentores. Será algo nacido de las universidades, de los sindicatos, de las calles. Basta leer los periódicos para entender que vivimos una crisis profunda. Todo el gobierno regional de Ancash en la cárcel. El presidente de Cerro de Pasco y otros más tras las rejas. Y amenazados de ir a prisión otros tantos.
La fétida carta de 1993 ha eclosionado. Un parlamento unicameral e inútil se demoró cinco años en elegir a los magistrados del Tribunal Constitucional. Vive de espaldas a la República. Y el poder judicial, como siempre, un instrumento totalitario que no tutela los derechos humanos.
En fin, los argumentos para un cambio extra-constitucional están dados. Es inverosímil que tal como estamos, con ex Presidentes perseguidos penalmente, con congresistas a pasos de ser desaforados, con comisiones parlamentarias auto-disueltas pueda continuar rigiendo. El país considera acéfala la Jefatura de Estado. Mucho más protagonismo tiene la esposa. El presidente no es un líder y no determina ninguna conducta. Es un desopinado.
Todos los jefes de Estado del Perú en el siglo XX han tenido un liderato. Pasemos lista. López de Romaña, arequipeño timorato --que se atrevió a encarcelar a su ministro Mariano Belaunde indebidamente--, Candamo, héroe de la guerra del Pacífico, Billinghurst, con su sentido liberal, populista y socializante, Leguía, el jefe de Estado que más tiempo ha gobernado el Perú, el crudelísimo Sánchez Cerro, que todo lo resolvía con sangre, el despótico Benavides, el egolátrico Prado, el sibilino jurista Bustamante y Rivero, el sardónico Velasco, el elocuentísimo Belaunde Terry, el gran agitador de masas Alan García y hasta Fujimori, quien pese a sus errores, un sector de las masas hasta hoy lo sigue.
Pero, ahora estamos sumergidos en la anarquía. Las palabras para un manifiesto revolucionario están escritas. “No tenemos jefatura de Estado, el gabinete es desconocido; el poder judicial es un instrumento de represión; el congreso por su unicameralidad es un ente trunco”. Vaticino lo que va a pasar.
No se producirán elecciones para el dos mil dieciséis y vendrá un movimiento regenerador que re-constitucionalice al país. No han querido escuchar.
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