Por Teófilo Bellido
La epopeya revolucionaria en Cuba
empezó en 1953 con el asalto al Cuartel Moncada cuando un puñado de
hombres armados se alzó contra la dictadura de Fulgencio Batista dejando
un saldo sangriento adverso. Fidel Castro a la cabeza y un grupo de
combatientes presos es amnistiado en 1955 gracias a la presión del
pueblo y el apoyo familiar. Exilado en México, Fidel desarrolló un arduo
trabajo de preparación para liberar a Cuba convertida en una
dependencia norteamericana hasta donde llegaban turistas yanquis para
invertir en el azúcar y hacer de ella un antro de diversión, juegos,
garitas, prostíbulos y sucios negocios controlados por la mafia
gansteril de los Estados Unidos; todo bajo la protección de un
régimen entreguista y corrupto. Mientras tanto, la inmensa mayoría de
cubanos eran presa de la miseria y el atraso, el analfabetismo y pésimas
condiciones de salud.
Se produce el desembarco del “Granma”
en las costas orientales de Cuba y 82 hombres emprenden la lucha
guerrillera en diciembre de 1956; ¡Patria o Muerte! es la consigna,
Sierra Maestra es la base de la insurrección y el Movimiento 26 de Julio
(M-26-7) liderado por Fidel Castro es la organización Político Militar.
Ante el arrollador avance de los rebeldes y el masivo apoyo del pueblo,
el 1º de enero de 1959 Batista huye de Palacio presidencial. Fidel, el
Che Guevara, Camilo Cienfuegos, Raúl Castro y Juan Almeida al frente de
un grupo de revolucionarios ingresan a La Habana aclamados por la
multitud. Ha caído el dictador, ha triunfado la revolución. Se da inicio
a un periodo de transformaciones en la Isla de José Martí que tendría
grandes repercusiones en la lucha revolucionaria del continente. Sin
duda, hasta hoy, la revolución cubana es uno de los acontecimientos más
importantes en la historia de América Latina.
Después de 55 años, Cuba sigue siendo
fuente de inspiración para millones de hombres y mujeres que luchan
contra la opresión y la explotación. Existen comités de apoyo y
solidaridad, sean casa de amistad o colectivos, en casi todos los países
del mundo. No solo ello, la Asamblea General de la Organización de
Naciones Unidas (ONU) ha expresado por más de veinte años consecutivos,
su rechazo al bloqueo económico y comercial que Estados Unidos mantiene
contra Cuba desde 1962.
La entereza y dignidad del gobierno y
el pueblo cubano ha sido uno de los factores que ha permitido enfrentar
con éxito los más duros embates del imperialismo yanqui y la reacción
internacional. Ni los actos de sabotaje propiciados desde Washington, ni
la invasión contrarrevolucionaria de Bahía Cochinos en 1961 con la
desembozada participación de la Agencia Central de Inteligencia CIA, ni
el repudiado bloqueo económico y comercial, ni los atentados contra la
vida del Comandante Fidel, ni la expulsión de Cuba del seno la OEA, ni
las maniobras presentándola como enemiga de la “democracia”; tampoco las
campañas mediáticas del imperialismo USA y la llamada guerra
cibernética, las repudiables actividades de los gusanos refugiados en
Miami o las “Damas de Blanco” han doblegado al gobierno revolucionario y
al pueblo de Cuba.
La revolución socialista en Cuba
resolviendo viejos problemas enraizados desde mucho antes de 1959,
enfrentando los nuevos retos de la época, superando errores cometidos,
avanza en las propias narices de los Estados Unidos de Norteamérica, el
país imperialista más poderoso de la tierra, enemigo número uno de los
pueblos y principal amenaza para la paz mundial. 55 años después, los
logros obtenidos en el campo de la salud, la vivienda y la educación, la
cultura y el deporte, son irrefutables. En Cuba existe un sistema
político mucho más desarrollado con una democracia socialista que se
perfecciona cada vez más permitiendo la participación organizada del
pueblo en decisiones de gobierno y no solo válida para los periodos
electorales como ocurre en nuestra sociedad.
Es un hecho que la revolución tiene
obstáculos por delante, no puede –no podría- hacer las cosas a la
perfección, tiene sus traspiés, pero al mismo tiempo tiene el firme
propósito de superarse y rectificar aquellas cosas que no hayan
acertado.
En el Perú poco o nada ha cambiado de
manera estructural a favor de los explotados y los oprimidos. El dominio
de las transnacionales y el poder económico y financiero con el soporte
de los partidos políticos de la derecha y la protección de los
gobiernos de turno continúan como la raíz de los grandes problemas
económicos y sociales. Se mantiene la marginación social, una educación
atrasada y una salud lejos del alcance de las mayorías; entretanto la
corrupción, la delincuencia y el crimen organizado no se detienen en su
crecimiento.
Los trabajadores y el movimiento
popular no han cesado en su lucha por la transformación de nuestra
patria. Las exigencias de cambio se han expresado en calles y plazas,
también en las urnas, y persisten ante un gobierno encabezado por el ex
capitán del Ejército, Ollanta Humala, que ganó la presidencia en las
elecciones generales del 2011 levantando un programa de transformaciones
con el apoyo popular e importantes sectores de la izquierda para luego
dar un viraje y continuar con las políticas neoliberales y una espuria
Constitución Política que recusó en su campaña electoral.
Cuba no es un modelo revolucionario a
imitar, pero si un referente del cual aprender. Las revoluciones no se
exportan, emergen de cada realidad y tienen características diferentes
en cada país, en nuestra patria será creación heroica como lo señalara
José Carlos Mariátegui.
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