Fuente: nuestra bandera
Publicado: 2 de Enero de 2014
Entre 1968 y el fin del siglo XX Isidoro Gamarra
vivó, con la clase obrera peruana, años decisivos. A ellos se alude en
el fragmento de un trabajo que en torno a esta gran figura del
movimiento sindical de nuestro continente, está en preparación.
Escribe: Gustavo Espinoza M. (*)
Cuando se
reconstruyó la CGTP, en junio de 1968, el Perú seguía gobernado por
Fernando Belaunde, que desarrollaba una política reaccionaria pero sobre
todo entreguista en relación al capital financiero y a los monopolios.
Entre junio y octubre la CGTP puso esa política en su línea de mira y
golpeó con fuerza al gobierno debilitando aún más su imagen entre los
trabajadores. Entre julio y agosto se produjo el escándalo del Petróleo a
raíz de la firma de la famosa Acta de Talara, cuya página 11 nunca fue
publicada. La denuncia en torno al hecho, que también hizo la CGTP
generó verdadera ira nacional y creo las condiciones para la insurgencia
militar del general Juan Velasco Alvarado, hecho que ocurrió el 3 de
octubre de ese año.
La CGTP, depositaria de antiguas reservas en torno al accionar de
la Fuerza Armada mostró escepticismo cuando se concretó la acción de
Velasco. Sin embargo, no levantó en absoluto la bandera de la
constitucionalidad derrocada no solamente porque ella estaba fuertemente
desprestigiada, sino porque nunca había generado beneficio alguno para
los trabajadores.
El proceso de Velasco y la lucha de los trabajadores
El gobierno militar de Velasco Alvarado, sin embargo, tuvo un
signo distinto e impulsó un proceso de cambios patrióticos y
antiimperialistas que fuera respaldado por los trabajadores y el pueblo.
La posición de Gamarra influyó también mucho en esta línea sindical de
clase que asumió la CGTP sobre todo a partir de la nacionalización del
petróleo, y más precisamente de la Reforma Agraria dispuesta en junio de
1969.
Gamarra no abandonó nunca, sin embargo, sus aprehensiones frente a
los militares. Mostró escepticismo y desconfianza en los primeros meses
de la gestión uniformada, pero poco a poco fue comprendiendo el sentido
general del proceso y finalmente hizo suyos los objetivos generales del
mismo. Se puede decir que maduró políticamente al ritmo del conjunto
del núcleo dirigente de la Central e incluso de sus bases, que se
identificaron firmemente con el proceso en marcha y lo defendieron con
energía ante las acechanzas de sus adversarios.
Pese a la cercanía de la CGTP con el gobierno de entonces, la
dirección de la Central tuvo apenas dos reuniones con el Presidente
Velasco para discutir temas de común interés. La primera ocurrió en
junio de 1971, cuando la huelga minera del centro del país y la masacre
de Cobriza. Y la segunda, en octubre de 1974, cuando ya Velasco estaba
baldado luego que se le amputara una pierna. En ambas ocasiones, la
reunión fue cordial, pero también dura en la asunción de posiciones. Ni
Gamarra, ni los dirigentes de la CGTP que lo acompañaron, cedieron nunca
en materia de principios ni conciliaron. Respaldando claramente el
proceso, mantuvieron distancia, respetuosa pero firme en el manejo de
los problemas de los trabajadores y en el análisis de la situación del
país. Esto fue una constante a lo largo de los siete años de la gestión
velasquista.
En el periodo la CGTP creció significativamente y desarrolló una
actividad sindical y política de gran resonancia. Desarrolló cuatro
congresos ordinarios (1968, 1971, 1974 y 1976) y 1 congreso
extraordinario, en 1969, en el que Gamarra pasó a desempeñar el cargo de
Presidente de la Central. En cada evento se constató el crecimiento
orgánico de la CGTP que en 1976 representaba a 500 mil trabajadores y
tenía una significativa influencia social y elevado prestigio tanto en
el plano nacional cono en el internacional. Gamarra representó a la
Central en los Congresos de la Federación Sindical Mundial a partir de
1969 y fue incorporado, en reconocimiento a su aporte y la fuerza de la
entidad que representaba, al Consejo General de la FSM. En el Perú, fue
condecorado con le Orden del Trabajo por el ministro del sector, el
general Pedro Sala Orozco.
No obstante hoy puede afirmarse que cuando el 29 de agosto de
1975 Velasco fue desplazado del gobierno por Morales Bermúdez, tanto la
CGTP como las otras fuerzas que respaldaron el proceso, se equivocaron,
por cuanto el nuevo régimen no fue concebido para profundizar los
cambios, sino para retroceder y capitular. Debió entonces no solamente
no ser apoyado, sino más bien denunciado y combatido por los
trabajadores. Pero eso sólo ocurrió 4 meses más tarde, cuando la CGTP
lideró un Paro General en Lima y Callao el 29 de diciembre de 1975. Ese
Paro, que fue exitoso y combativo, fue la antesala de lo que sería una
jornada de lucha mucho mayor: el Paro Nacional del 19 de julio de 1977.
Ante el derrumbe de las transformaciones progresistas
La Jornada de Lucha más significativa en el periodo ocurrió, en
efecto, el 19 de julio de 1977, cuando la fuerza de las circunstancias
impuso el Paro Nacional en protesta por la política del nuevo gobierno.
La esencia de esa política, como se dijo sin rubor, fue la “reinserción
del país en el sistema financiero”, es decir, el retorno al tutelaje del
Fondo Monetario, el BID y el Banco Mundial. El Paro fue contundente,
pero también violentamente reprimido por el régimen. El local de la CGTP
fue allanado y quedó en manos de la policía por casi dos meses. Gamarra
fue perseguido por la policía debiendo trabajar en condiciones de
clandestinidad, pero no desmayó en el cumplimiento de sus tareas.
No obstante su edad -tenía ya 70 años- Gamarra jugó un rol
descollante en la defensa de las posiciones de clase de la CGTP también
después del Paro. El surgimiento de otras corrientes de izquierda que
tomaron cierta fuerza por el giro político del país y la lentitud que
mostró la CGTP para adaptarse a las nuevas circunstancias, generó un
cierto desconcierto en la esfera sindical, pero el prestigio de Gamarra
permaneció intacto, razón por la cual, cuando se realizaron las
elecciones nacionales para la Asamblea Constituyente, en 1979. Ese mismo
prestigio hizo que se le considerara, en los comicios generales de 1980
como integrante de la fórmula presidencial que encabezara el general
Leonidas Rodríguez Figueroa, en representación de la entonces llamada
Unidad de Izquierda, germen de lo que sería después Izquierda Unida.
En la década de los 80 Gamarra continuó su trabajo en la CGTP.
Mantuvo sus funciones y cumplió abnegadamente con sus responsabilidades.
Enfrentó dos etapas distintas, pero también complejas: el segundo
gobierno de Fernando Belaunde, y el gobierno aprista liderado por Alan
García. Ante ambos mantuvo una nítida posición de clase en la que
preservó la independencia de la Central. No capituló ante las presiones
oficiales, ni concilió con las autoridades de turno.
Igualmente hizo frente a la ofensiva terrorista atribuida a
Sendero Luminoso y a las acciones radicales del MRTA que se expresaron
con distinto signo en el periodo. Condenando firmemente el terrorismo,
fue sin embargo plenamente solidario con los trabajadores que sufrieron
las consecuencias del mismo en sus dos variantes: el de los grupos
terroristas, y el del terrorismo de Estado.
En el seno de su Partido, sin embargo, fue relegado injustamente.
Hubo quienes lo consideraron “obsoleto” y “acabado”, y que no estimaron
su contribución política ni su aporte a la lucha social. Esta situación
se agravó a comienzo de los 90, cuando Jorge del Prado dejó la
conducción del Partido. En marzo de 1992 Gamarra fue considerado
“Presidente de Honor” de la CGTP, función que mantuvo hasta su muerte,
ocurrida el 30 de marzo de 1999. En diciembre de 1992 fue asesinado
Pedro Huilca, Secretario General de la CGTP, hecho que conmovió
profundamente a Isidoro.
La crisis y la ofensiva del fujimorismo
Esta última etapa de Gamarra fue ciertamente dura y difícil.
Vivió en condiciones de pobreza, aunque finalmente fue ayudado por sus
familiares y algunos camaradas del Partido. Mantuvo formalmente cargos
partidistas pero dedicó su esfuerzo principal a concurrir al local de la
Central Obrera y a los actos que se desarrollaban en el gremio de la
Construcción. En 1996 estuvo en el local de Construcción Civil cuando
visitó esas instalaciones Alberto Fujimori en calidad de Presidente de
la República. El mandatario lo buscó expresamente para saludarlo, pero
Gamarra lo recibió secamente y con marcada distancia.
Aunque en sus últimos tres años de vida -entre 1996 y 1999-
estuvo frecuentemente enfermo, se esforzó mucho por continuar sus
actividades. En las oficinas de la CGTP recibía a los trabajadores y
orientaba diversos casos procurando ser útil a la organización sindical.
En enero de 1999 resolvió viajar a Trujillo para una visita familiar
que fue una suerte de despedida premonitoria de los suyos, ya que en
febrero de ese año su salud se agravó y debió ser internado a comienzos
de marzo en el Policlínico Sabogal del Seguro Social del Callao. Allí
falleció a las 7 y 30 de la noche del 30 de marzo de 1999.
En vida, Gamarra recibió diversos reconocimientos, pergaminos y
medallas de gobiernos e instituciones públicas. Dio conferencias en el
centro de Altos Estudios Militares del Perú -el CAEM- por invitación de
los mandos castrenses y asistió a numerosos eventos internacionales y
nacionales. Hombre modesto y de excepcionales cualidades personales y
honradez a toda prueba, se ha convertido en símbolo de un estilo de
gestión sindical que debiera ser imitado, sobre todo en circunstancias
como ésta, cuando el movimiento sindical peruano afronta una compleja
crisis de representatividad.
Aunque los años han pasado, el recuerdo y la imagen de Isidoro
Gamarra viven en las acciones de lucha de los trabajadores. Fue, sin
duda, el más importante dirigente sindical peruano del siglo XX. En el
marco de la nueva ofensiva del capital, su emblemática figura se hará
crecientemente indispensable.
(*) Secretario General de la CGTP. 1969-1976)
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