Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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10 de agosto de 2012

Hablemos de Tauromaquia


Samuel Cavero Galimidi

LOS PROVINCIANOS CELEBRAN BIEN A SUS PATRONOS ENTRE TARDES DE TOROS Y FIESTAS COSTUMBRISTAS

Por Samuel Cavero Galimidi
Email: cavero2012@hotmail.com
El pasado 05 de agosto del 2012 se desarrolló una gran tarde taurina en el ruedo de Lomas de Villa, organizada por la Asociación Progresista Laramate en honor a Salvador Del Mundo, patrón del distrito de Laramate, de Ica, expresión de la fe cristiana de nuestro pueblo. Allí estuvimos acompañando a su actual Junta Directiva presidida por Fredy Munive Cárdenas. Su vicepresidente es Walter Jurado Garayar. Como secretario de economía está un querido tío mío, viejo ganadero y benefactor, Luis Alberto Galimidi Guillén. Y entre los directivos figuran también Ricardo Guillén Bendezú, Secretario de Organización y Jesús Guillén Sarmiento, como Secretario de prensa y difusión.
Interesa destacar aquí la calidad de esta corrida que llenó los cosos de esta plaza de toros. Se lidiaron tres toros de casta. La gran fiesta taurina tuvo un cartel internacional muy prometedor y que estamos seguros a lo largo de los años, por la calidad y excelencia de su arte torero, darán mucho que hablar en los ruedos y ciudades donde habrán de torear. Fueron tres magníficos diestros los que nos dieron una tarde de lujo en el arte de torear. Estuvo nada menos que Enrique Colombo de Venezuela, un niño torero de apenas 15 años, que desde el comienzo se granjeó la simpatía y aplausos de todo el público. Cortó una oreja. Abrió la fiesta taurina fue el torero portugués Nuno Casquinha, quien hizo una impecable faena luciéndose con los pases de muleta. Mató al toro en primera, directo al corazón, lo que le valió una gran ovación y dos orejas por parte del jurado taurino. Quien cerró la tarde fue el joven peruano, de apenas 17 años, Ignacio Lizana, una promesa en el arte del toreo al que le debemos envidiar su suerte. Estuvieron presentes cerca de treinta personas familiares y amigos del torero que pasaron una tarde entre lágrimas, gritos y llanto. El torero peruano Ignacio Lizana fue embestido cerca de cinco veces. Felizmente la garra, su coraje y orgullo del matador, pudieron más que el toro, siempre buscando la embestida y muerte del torero. Ignacio Lizana, ante cada cogida del toro supo reponerse, salir airoso, siguió toreando hasta sin zapatos,. Debemos decir que felizmente no recibió cornadas con lesiones que lamentar, pero una de ellas estuvo cerca de su ojo, pues uno de los cuernos del toro en alguna de las embestidas terminó dando en la frente del torero. Al final el torero Ignacio Lizana logró hacer una linda faena, matar al toro en una jornada estremecedora e inolvidable. Se llevó dos orejas por ese derroche de coraje y valor, sin igual.
Saben ustedes qué significa “Traste”. Dar al toro pases de muleta, como no los recuerda tan bien uno de nuestros destacados artistas plásticos, también proficuo escritor Juan Manuel Ugarte Eléspuru en su libro De Re Taurina, enjundioso estudio de la Tauromaquia. Juan Manuel fue un gran conocedor del tema y experto aficionado a los toros. Hay por otro lado quienes en nuestro país se creen taurófilos y taurófobos, sin mayores méritos y no conocen la historia del toreo. No saben que entre grandes diestros en el mundo taurino evocamos a: El Gallo, Gaona, Belmonte, Vicente Pastor, Frascuelo, Lagartijo, Joselito, Manolete, El Cordobés, Miguel Dominguin, Antonio Bienvenida, Ortega... Recuerdan su mocedad en las tardes taurinas en la Plaza de toros de Acho o en alguna corrida provinciana tan variopinta y pintoresca donde el toro muge embravecido ante los timoratos matadores, se lleva de encuentro al borrachito destripándolo, corretea al banderillero, o cuando el caballo de un picador despanzurrado ante nuestros horrorizados ojos se agita, se tuerce de dolor, mientras al otro lado las bellas chicas de la alta sociedad vestidas como andaluzas, con sus acompañantes bebiendo de botas de vino o cervezas, poco parece importarles la cercanía de la muerte y la plasticidad del torear. Entre los variados e interesantes temas que aborda Juan Manuel Ugarte Eléspuru está el darnos a conocer que Goya fue un gran artista vinculado a la Tauromaquia: «Cuando uno ve los grabados de Goya dedicados a la Tauromaquia, se extraña de la relativa pequeñez de los toros que ahí aparecen. ¡Claro! Son los toritos Navarros. Su lidia fue siempre muy difícil y había que evitarlos mediante frecuentes quites a cuerpo limpio, quebrándoles el viaje. (…) La tauromaquia no empezó en Andalucía como generalmente se piensa, sino en Navarra y la primera figura taurómaca profesional de la historia del toreo fue un diestro navarro Zaracondegui», nos dice.
José Miguel Oviedo, quien afirma que alguna vez fue tibio aficionado, señala en Sangre y Arena: «El toreo es un arte y el torero un artista cuya destreza consiste en burlar al animal y a la muerte cada minuto que está en el ruedo; hay una belleza en eso». No es causalidad que el toreo inspirase innumerables obras artísticas, musicales y literarias tan diversas como las de Goya, Picasso, Bizet, García Lorca, Hemingway, Leiris, entre otros. Y se pregunta: ¿Vamos también a alejar a nuestros niños de esas obras para que no aprendan a torturar a los animales? ¿Dónde trazamos la línea? Pensamos que no necesita preguntarse si es peligroso exponerlos al ballet La consagración de la primavera, de Stravinsky, en el que una joven virgen es sacrificada como un animal en un rito sangriento, porque esta es una escenificación, una recreación de la realidad. La ficción aquí no es más dura y trágica que la realidad. Fernando Diaz-Plaja, por su parte, dice: «El hombre mata a la fiera frente a un público numeroso. Despliegue de lo sangriento, trágico y bárbaro. Esto quizá sea cruel, pero debe matarla de frente y por derecho, metiendo el brazo por entre las astas del toro. Eso es justicia», dice. ¿Justicia? El toro debe morir porque las leyes de una corrida las han hecho los hombres y no los toros, pero sin que se le recorte al animal la cornamenta, sin que haya una excesiva ventajas por parte del torero por cojera o debilidad física del cornúpeta. Todos los toreros, valientes o cobardes, nos dice Diaz-Plaja, llevan en su cuerpo las cicatrices reveladoras de la capacidad de defensa del toro, sin la cual no hay toreo. Lo curioso es que el torero viste «en femenino», con sedas apretadas y colores vivos. Esta característica inspiró una curiosa teoría según la cual la corrida de toros era el símbolo del amor sexual. El crítico, escritor y filósofo español Fernando Savater reitera desde Bucaramanga (Colombia) sus críticas a la decisión del Parlamento de Cataluña de prohibir las corridas de toros. Savater, autor de Ética para Amador, sostiene: «Me parece muy bien que a la gente que no le gustan los toros no vaya. Los toros bravos, de gran alzada, prominente morrillo, patas cortas y ágiles y poderosos cuartos traseros, son unos animales privilegiados que llevan una vida estupenda en toda su existencia y luego se les da la oportunidad de luchar en el cuarto de hora final de su vida». El torero ―brillante, ceñido, grácil en sus movimientos― era la mujer. El toro ―brutal, directo, siguiendo solo el instinto― era el hombre. El símbolo femenino se movía ante él, le provocaba con su cuerpo y su gesto, lo encelaba. Igual que en la coquetería. El torero triunfa al final y en la muerte-posesión hay siempre sangre. Podría añadirse que en esa victoria hay, quizá, el recuerdo de la entrega del hombre a la mujer, desde Adán y Eva, Omfala y Hércules.