Daniel Baruc Espinal |
Por Daniel Baruc Espinal
Que a nadie se culpe de mi muerte;/
/que a mi cadáver no le den más trato/
/especial
que el que dan a los duraznos/
/cuando en las ramas del árbol balancean/
/volumen y color./
/Que se guarde sólo el silencio necesario/
/para que el mar pueda seguir tocando/
/su guitarra de oscuros arrecifes,/
/y que las aves enamoren a los peces/
/antes de entrar a las olas y atraparlos,/
/y el crepúsculo sea igual que un manto/
/multicolor, con el que los días arropen/
/los ojos entornados del sonámbulo;/
/y que la madrugada sea una copa/
/donde la sed y la pasión de los amantes quepa./
/Que a nadie se culpe de mi muerte:/
/porque hace tiempo que el amor no toca/
/con sus dedos de seda mis entrañas,/
/ni el agua de la lluvia, tan humana/
cuando besa, risueña, los portales,/
/me persigue a través de la ciudad./
/Hace mucho que la mujer que amé, /
/como Beatriz,/
/es una sombra blanca que regresa siempre/
/a los salones amplios del infierno,/
/y que me deja entre las manos soledad;/
/y los amigos, esos que tanto quise,/
/son ecos de sinfónicas pulsiones,/
/cada quien en sus cosas y en sus ritos,/
/corriendo por angostos callejones,/
/atravesando plazas junto al mar,/
/siendo felices lejos de mis fronteras./
/Uno vive hasta un día, y a partir/
/del momento en que necesitas una puerta/
/que se abra a una luz primaveral,/
/uno va caminando entre penumbras,/
/tropezando en silencio con columnas/
/y ventanas infinitas de cristal,/
/hasta que como en sueños entreabres /
/la puerta azul detrás de la que hay/
/un mundo nuevo y un amor sin nombre./
/Que a nadie se culpe nunca de mi muerte./
/Que no tomen las grafías del desamor
como cuerpo del delito,/
/ni señalen con un dedo acusatorio/
/las estrellas jubilosas de tus ojos,/
/ni a la víbora en celo de tu lengua,/
/ni a tu sexo que sólo imaginé/
/mientras navegaba por la fiebre./
/Que no digan que una mano de tinieblas/
/escribió con carbones sobre un muro/
/una palabra densa como un bosque./
/Que nadie toque mis labios ni mis canas,/
/que no escarben entonces /
/en la gruta silente de mi corazón,/
/y me dejen dormir como merezco/
/después de tanto afán,
de tanta angustia,/
/de tanto resonar como campana/
/y de tantas malditas cicatrices./
/Que a nadie se culpe de mi muerte,/
/y que a nadie se culpe de mi vida…/.
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