Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
email address:
jorgealiagacacho@hotmail.co.uk
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http://www.jorgealiagacacho.com/

24 de agosto de 2023

Leer a Borges

Jorge Luis Borges

Por Ildiko Nassr

La forma más perfecta de laberinto es el círculo, puesto que quien lo transita pasará por el mismo punto sin darse cuenta. Y como reflexión mayor, el tiempo y el destino también son un laberinto, ningún hombre tiene la clave que le permita saber cómo recorrerlos. (JLB)
Leer es una actividad compleja y placentera. Cuando leemos no sólo ponemos en práctica todos nuestros conocimientos y emociones, sino que activa procesos y mecanismos que involucran el cuerpo y el alma. Este ciclo de lecturas es una invitación para activar la lectura y la reflexión acerca de obras fundamentales de la literatura.
Borges me acompaña en estas afirmaciones cuando escribe: Vemos y oímos a través de recuerdos, de temores, de previsiones… O cuando sostiene que somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos. Esos espejos rotos que van configurando una especie de tapiz en el que es casi imposible distinguir entre lectura y escritura.
Jorge Luis Borges es un autor muy prolífico y es difícil indagar en su obra en un periodo tan acotado de tiempo. Esta es una invitación a futuras lecturas. Es un acercamiento a ese mundo enciclopédico y complejo. No hay que temerles a los autores o a los libros. Ellos llegan a nosotros en el momento adecuado. O nosotros llegamos a ellos cuando estamos preparados. Somos lectores en busca de un autor. Y ese autor, en este caso, se vanagloria de su complejidad y se divierte con asuntos que raramente lleguemos a comprender en su totalidad. Sin embargo, podemos encontrar el placer de la lectura en el disfrute de algunos elementos que conforman el intrincado universo borgeano.
Borges fue un maestro de la brevedad. Recordemos que nunca escribió una novela.
Incluso podemos leer a Borges sin leer a Borges. Se ha escrito y se ha dicho tanto de su vida y obra que todas las citas (o todos los libros) bien podrían conducirnos a él. Cito en este punto a Noé Jitrik cuando sostiene que …Borges ya no es sólo sus textos, sino lo innumerable que los cubre…
Y los cubre un halo de felicidad en la experiencia de lectura: “Creo que la frase lectura obligatoria es un contrasentido, la lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado. ¿Felicidad obligatoria? La felicidad también la "buscamos.
Yo he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: si un libro los aburre, déjenlo, no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo… ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura debe ser una forma de la felicidad.
Los invito a experimentar esa forma de felicidad que es la lectura".
Los dos reyes y los dos laberintos
Jorge Luis Borges
Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: “Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso.” Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con aquel que no muere.
Abel y Caín
Jorge Luis Borges
Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminaban por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los dos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le fuera perdonado su crimen.
Abel contestó:
—¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo; aquí estamos juntos como antes.
—Ahora sé que en verdad me has perdonado —dijo Caín—, porque olvidar es perdonar. Yo trataré también de olvidar.
Abel dijo despacio:
—Así es. Mientras dura el remordimiento dura la culpa.
El tiempo de Borges
Jorge Luis Borges
Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro. El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.

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