Jorge Aliaga Cacho en Oslo, Noruega |
Recordando mi viaje a Oslo, la bella y limpia capital Noruega. Un país que puso el valor de sus recursos naturales al servicio de la sociedad entera. Por ello se dice que el 99% de los noruegos viven felices. Todo empezó cuando en los años 70 se descubrió petróleo en el Mar del Norte. Si las riquezas de los peruanos se destinaran al bienestar de todos los peruanos, nosotros también seríamos hoy uno de los países felices del mundo. Todavía podemos: además del cobre, oro, plata, etc., tenemos litio. Felizmente los peruanos ya abrieron los ojos y tengo fe que nuestro futuro será uno lleno de felicidad y solidardad. Noruega además de ser uno de los países más felices del mundo, es también uno de los países más ricos.
El siguiente es un extracto de una nota escrita por María Fluxa, aparecida en ''El Mundo'', el 16 de marzo de 2018.
'Oslo es una ciudad humana por sus dimensiones y porque está pensada para todos sus ciudadanos. El sistema promueve el bien máximo para la sociedad como marco para salvaguardar las libertades individuales, y se basa en la confianza. Nada produce mayor tranquilidad. La vida es más fácil cuando vives en un ambiente de seguridad casi plena: Saber que los coches se detendrán en el paso de cebra, saber que no te van a birlar nada del bolso, saber que llegará puntual el tranvía... Saber que el sábado a partir de las 18.00 horas no podrás comprar cerveza en el súper también es una certeza, aunque no una alegría.
Quizás porque sus dimensiones son pequeñas, y también porque así ha sido tradicionalmente, el valor de la sociedad en su conjunto es de vital importancia. Se vive respetado y respetando. Esa cultura de deferencia a lo ajeno implica, por ejemplo, no ser cotilla: a nadie se le ocurre mirar por la ventana del vecino pese a que la fabulosa lámpara Louis Poulsen lo deje todo a la vista, como tampoco uno anda mirando cuántos impuestos paga el colega de trabajo y podría hacerlo con sólo un click. Esa cultura del respeto implica pagar los servicios públicos aunque no haya un revisor o barreras. Implica no sólo reciclar ritualmente la basura (aunque lo ponen fácil: en el súper hay bolsas gratuitas de colores para separar residuos, luego basta con meterlos todos en un mismo contenedor, y la planta de reciclado se dedica a clasificarla), sino recoger cualquier papelillo que haya por el parque. Y no sólo implica no quedarse con algo porque «a alguien se le habrá caído», sino que lo normal será colocarlo en un lugar visible para que su propietario pueda encontrarlo'.
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