Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
email address:
jorgealiagacacho@hotmail.co.uk
https://en.m.wikipedia.org/wiki/Jorge_Aliaga_Cacho
http://www.jorgealiagacacho.com/

29 de septiembre de 2022

QUE A NADIE SE CULPE DE MI MUERTE.


Danien Baruc Espinal Rivera y Jorge Aliaga Cacho en Tarija, Bolivia

 Por Daniel Baruc Espinal Rivera.

Que a nadie se culpe de mi muerte;
que a mi cadáver no le den más trato
especial
que el que dan a los duraznos
cuando en las ramas del árbol balancean
volumen y color.
Que se guarde sólo el silencio necesario
para que el mar pueda seguir tocando
su guitarra de oscuros arrecifes,
y que las aves enamoren a los peces
antes de entrar a las olas y atraparlos,
y el crepúsculo sea igual que un manto
multicolor con el que los días arropen
los ojos entornados del sonámbulo;
y que la madrugada sea una copa
donde la sed y la pasión de los amantes quepa.
Que a nadie se culpe de mi muerte:
porque hace tiempo que el amor no toca
con sus dedos de seda mis entrañas,
ni el agua de la lluvia, tan humana
cuando besa, risueña, los portales,
me persigue a través de la ciudad.
Hace mucho que la mujer que amé,
como Beatriz,
es una sombra blanca que regresa siempre
a los salones amplios del infierno,
y que me deja entre las manos soledad;
y los amigos, esos que tanto quise,
son ecos de sinfónicas pulsiones,
cada quien en sus cosas y en sus ritos,
corriendo por angostos callejones,
atravesando plazas junto al mar,
siendo felices lejos de mis fronteras.
Uno vive hasta un día, y a partir
del momento en que necesitas una puerta
que se abra a una luz primaveral,
uno va caminando entre penumbras,
tropezando en silencio con columnas
y ventanas infinitas de cristal,
hasta que como en sueños entreabres
la puerta azul detrás de la que hay
un mundo nuevo y un amor sin nombre.
Que a nadie se culpe nunca de mi muerte.
Que no tomen las grafías del desamor
como cuerpo del delito,
ni señalen con un dedo acusatorio
las estrellas jubilosas de tus ojos,
ni a la víbora en celo de tu lengua,
ni a tu sexo que sólo imaginé
mientras navegaba por la fiebre.
Que no digan que una mano de tinieblas
escribió con carbones sobre un muro
una palabra densa como un bosque.
Que nadie toque mis labios ni mis canas,
que no escarben entonces
en la gruta silente de mi corazón,
y me dejen dormir como merezco
después de tanto afán,
de tanta angustia,
de tanto resonar como campana
y de tantas malditas cicatrices.
Que a nadie se culpe de mi muerte,
y que a nadie se culpe de mi vida…

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