Por Isidoro Arturo Gomez Montenegro.
No importa no haya nevado
este diciembre sucedáneo
pero si haya pasado con
algo de calidez por nuestras vidas,
que el aire imborrable no pervierta
el tiempo transcurrido.
No disgregue y pretergue las horas ya marcadas,
porque el tiempo deja cicatrices,
que se han de ir borrando lentamente.
Aunque tal vez al seguir existiendo
aparezcan otras cicatrices.
No debe importar mientras podamos
condescender como hermanos con
los pobres, con los nuevos ricos insolentes,
pero fraternalmente.
Cuando hayamos dejado atrás
la tristeza por lo que hicimos y lo no logrado.
Hemos de esperar
e intentarlo nuevamente.
Siempre ha de existir esa oportunidad.
Cada día resplandece.
Dejemos atrás viejos rencores,
los resabios omitirlos,
es mejor callar,
es el mejor y más significativo
el más expresivo de humildad;
y éste nuevo día busquemos el mejor
ángulo del cielo ...
Para esperar la mágica estrella,
ha de ser la que ilumine,
nuestra nueva existencia
cómo ancestral quinque.
Este año que incipiente concluye.
Mejor ha de ser que no guardemos la ira
los rencores para quien no nos
quiere. Ni nos acepta.
Que nos quede siempre claro,
Benedetti lo dijo:
"Los hombres de mala voluntad no entrarán al cielo, ni tendrán paz en ésta tierra".
Debemos estar junto a los nuestros,
de haber podido escuchar a lo largo
del día la hora del Angelus
y la misa de gallo,
de haber visto transcurrir nuestro ritual,
ofrecernos la paz en cada saludo al hermano,
emprendamos el camino por el mismo sendero
dejando huella sin proponerlo,
bajo una nube que derrama intensa lluvia,
igual a las contantes bendiciones
que Dios derrama sobre nosotros.
Toquemos las hojas del peino y sus
rojizas flores,
hemos de llevar implícitos
nuestros nuevos anhelos
y también los viejos,
nuestras pérdidas de familiares y amigos,
nuestras perdidas ilusiones y las recientes que
intentemos concretar.
Nuestras sueños perdidos
y los que hemos de encontrar
en la ventana de nuestra vida...
Mientras persista el Amor.
Mientras persista el Amor,
podremos existir,
cumplir nuestros propósitos
imbuidos de Fe.
Éste año que concluyó
y el que inicia.
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