Por Jorge Aliaga Cacho
Cuando se publicó
por primera vez en 1781, ‘’Las confesiones’’, de Juan Jacobo Rousseau,
escandalizaron a Europa. El autor sacudía a los lectores al hacer de
conocimiento público su desarrollo intelectual y sexual en el siglo XVIII. La
pandemia que ataca nuestro planeta, con el coronavirus, tres siglos después,
nos permite el tiempo de releer esta obra controversial. Rousseau, nacido en
Ginebra en 1712, posiblemente haya terminado de escribir la primera parte de la
obra en 1766 cuando estaba exiliado en Inglaterra, un país que él profesaba odiar, y la segunda parte a su retorno a Francia al año siguiente.
Debemos
establecer que las obras de Rousseau fueron para el siglo XVIII, lo que las obras de Marx fueron para el siglo XX, portadoras de gran conocimiento para la sociedad.
En ‘’Las confesiones’’ Rousseau se propuso mostrarse tal como era en realidad,
sin engaños. Pensó que él no era igual a los hombres que había conocido y que,
si no era mejor que ellos, por lo menos sería diferente. Èl era
amigo, aunque también
se enemistaba, con Diderot, Voltaire y el filòsfofo escocès, nacido en Edimburgo, David Hume. Este este ùltimo había facilitado la fuga de Rousseau de Francia a Gran Bretaña en 1766 y le dio refugio. Sin embargo, despuès se enemistarìan y el escocès produjo un comentario afirmando que: ‘nadie se conocìa asì mismo, menos, que el mismo Rousseau’. Y esto a pesar de la mania que tenìa Rosseaur por autoconocimiento.
La actitud de Rousseau hacia las mujeres ha sido juzgada como inaceptable como
tambièn lo ha sido su paranoia. Se ha dicho que ‘’Las confesiones’’ ha sido para Rousseau
parte de un plan para frustrar a sus enemigos imaginarios. En dicha obra él posa su vida frente a sus
lectores y pide que lo juzguen. A travès de la lectura del libro podemos
descubrir sus virtudes pero tambièn los episodios oscuros que existen en la
vida de este gran escritor suizo. En sus pàginas estàn escritas sus
aventuras y desaventuras sexuales, su exposición a las mujeres y el abandono de niños y amigos.
Derek Matravers, acadèmico britànico, ha manifestado
que al leer la obra podemos imaginarnos como hubiera podido ser sostener una relaciòn amical con Rousseau.
''Sus viajes lo llevarìan a compartir un albergue con desposeídos y tambièn a compartir una cena con algunas de las personas más ricas y poderosas de Europa''.
''Las confesiones'' es un punto de referencia importante en la historia de la literatura. Rousseau fue indudablemente influenciado por las ''Confesiones'' de San Agustin, así como por los ''Ensayos de Montaigne'', los cuales han usado introspección como herramienta con la cual se pueda comprender y explorar, en forma escrita, el punto de una vida. Rousseau llevó su esfuerzo más allá, en particular cuando rastrea las bases causales de los aspectos de su personaje, y cuando nos lleva hasta los incidentes ocurridos durante su infancia. En este blog estamos comprometidos con hacer accessible a nuestro pùblico lector, la buena literatura. Con tal motivo me permito dejarles
las primeras pàginas de esta obra clàsica de la literatura universal que esperamos, como quiso el autor, sean juzgadas por los lectores.
Por Juan Jacobo Rousseau
Libro 1
1712 -1719
Emprendo una obra de la cual no hay ejemplo y que
no tendrá imitadores.
Quiero mostrar a mis semejantes un hombre en
toda la verdad de la naturaleza y ese hombre seré yo. Sólo yo.
Conozco mis sentimientos y conozco a los
hombres. No soy como ninguno de cuantos he visto, y me atrevo a creer que no
soy como ninguno de cuantos existen. Si no soy mejor, a lo menos soy distinto
de ellos. Si la naturaleza ha obrado bien o mal rompiendo el molde en que me ha
vaciado, sólo podrá juzgarse después de haberme leído. Que la trompeta del
Juicio Final suene cuando quiera; yo, con este libro, me presentaré ante el
Juez Supremo y le diré resueltamente: ''He aquí lo que hice, lo que pensé y lo
que fui. Con igual franqueza dije lo bueno y lo malo. Nada malo me callé ni me atribuí
nada bueno; si me ha sucedido emplear algún adorno insignificante, lo hice sólo
para llenar un vacío de mi memoria. Pude haber supuesto cierto lo que pudo
haberlo sido pero nunca lo
que sabía que era falso. Me he mostrado como fui, despreciable y vil, o bueno,
generoso y sublime cuando lo he sido.
He descubierto mi alma tal como Tù la has
visto ¡oh ser supremo! Reúne en torno mío
la innumerable multitud de mis semejantes para que escuchen mis confesiones,
lamenten mis flaquezas, se avergüencen de mis miserias. Que cada cual luego
descubra su corazón a los pies de tu trono con la misma sinceridad; y después que
alguno se atreva a decir en tu presencia: ‘’Yo fui mejor que ese hombre’’.
Nací en Ginebra en 1712. Fueron mis padres los ciudadanos Isaac Rousseau y Susana Bernard. Mi padre no tenía más medio de subsistencia que su oficio de relojero, en el que era muy hábil, pues le correspondió muy poco, o casi nada, de una herencia pequeña a repartir entre quince hermanos. Mi madre, hija del reverendo Bernard, tenía más fortuna. Era bella y discreta. No sin trabajo pudo mi padre casarse con ella. Empezaron a quererse desde niños. Entre los ocho y los nueve años se paseaban juntos por la Treille; a los diez, ya no podían vivir separados. El sentimiento que había despertado en ellos la costumbre se afianzó por la simpatía y uniformidad de sus almas.
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