Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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25 de agosto de 2019

La casada infiel


La casada infiel' es uno de los poemas más conocidos del Romancero gitano y contiene los versos más populares de Federico García Lorca (Fuente Vaqueros (Granada), 5 de junio de 1898 – (entre Víznar y Alfacar), 18 de agosto de 1936).

Es uno de esos poemas a los que la popularidad les ha dado una pátina de manido, pero también es un gran poema, con una bonita historia. Basta desempolvarlo un poco y leerlo despacito para recuperar las sensaciones de la primera lectura y sumergirse en su atmósfera sensual a la ribera del río. Como curiosidad, el Romancero gitano se publicó en 1928 y se trata de un recopilatorio de poemas dedicados a la idealización de la raza gitana y sus costumbres, poemas que en su mayoría que ya habían sido publicados en solitario con anterioridad. Este poema en concreto está dedicado a Lydia Cabrera, una escritora cubana a la que Federico conoció en Madrid, y que dedicó su literatura a las tradiciones y creencias cubano-africanas. La casada infiel fue el poema que más impactó a la escritora, y por eso Lorca se lo dedicó. Aquí se los dejo a los seguidores del blog.
Fuente: blog un poema al día.


Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela, pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

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