Beatriz Lizárraga |
Por Beatriz Lizárraga
Esa noche como todas las otras, después de guardar el auto, él puso llave a todas las puertas y tuvo cuidado de asegurarlas con los dorados pasadores. Luego cerró las ventanas que todavía quedaban abiertas. Igualmente, todas ellas tenían por fuera hermosas rejas de hierro muy bien trabajado, pintadas de negro. Revisó las alarmas. Constató el tono del teléfono fijo y la funcionalidad de su celular.
En el jardín interno dos enormes perros lamían aún los platos de comida que les había dejado la empleada antes de retirarse.
Se dirigió a su cuarto con el vaso de agua en la mano y tomó la pastilla para poder dormir. Antes de acostarse, dirigió todavía su mirada temerosa al ventanal donde los faroles del jardín proyectaban las sombras móviles de los árboles próximos.
Puso debajo de la almohada un sobre chato y rectangular, encendió el televisor, apretó mute. No tardó mucho en quedarse dormido en su jaula de oro.
El sueño pesado y artificial se vio interrumpido muy temprano. Un ruido seco y enérgico en la ventana lo despertó de golpe. Se sentó de inmediato. El corazón le hacía saltar el pijama de raso sobre el pecho. Ya casi activaba la alarma cuando los vio. Dos pájaros amarillos, en sus locos jugueteos matinales, posados sobre la reja daban picotazos contra el vidrio, tal vez atraídos por la colorida luminosidad del televisor encendido. Fue sólo un instante. Con un mágico aleteo se alejaron de la ventana raudamente, en una clara exhibición de la libertad desprovista de miedo.
Y ahí se quedó sentado, de cara a la ventana, pensando... Cómo deseó ser uno de esos pájaros por un rato. Un pájaro sin plazos fijos, sin acciones, sin dólares, sin documentos que custodiar...Entonces volaría y tal vez así aprendería que el sol, con tibias caricias seca las lágrimas escurridizas, que el viento infla el pecho de confianza y las alturas enseñan lo liviano que hay que sentirse para poder alcanzarlas.
Del libro "De estrellas y estrellados" de Beatriz Lizárraga.
De la contracarátula del libro: "Quizás fue el viento. O un vahído. O la pista
demasiado estrecha. O fue la vida.
Lo cierto es que en su pieza quedaron la injusticia, la impotencia, el desamor, la soledad. Sólo la dignidad se llevó puesta".
Lizárraga, literata, docente, e intérprete solista, nació en San Salvador de Jujuy.
El año pasado durante una visita a su ciudad natal tuve la oportunidad de conocer a esta atractiva dama, agente cultural de un maravilloso pueblo argentino. Junto a otros compañeros de letras disfrutamos de su conversación cultivada en el sentido estético, ánimo amigable y su gran talento para las artes. Hubiéramos deseado compartir más tiempo con ella. Pero el reloj no nos permitió ese deseo. Nos reunimos con el grupo Jujeños Artistas, y ella con nosotros: caminamos por las faldas de cerros de colores, reímos y saboreamos una copa de vino. El tiempo no daba para más. Pero, Beatriz dejó en mis manos su libro de gran prosa y alta sensibilidad. De él deseo compartir con los seguidores del blog, uno de sus cuentos: Seguridad. Estoy seguro que será del agrado de todos.
Jorge Aliaga Cacho.
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