Llovió anoche intensamente,
y en la sala vacía,
retumbaba en los cristales, él agua.
Todos dormían
y los arboles afuera,
simulaban abrazos golpeados por el viento.
Estaban mis ojos y oídos expectantes,
y era la danza más hermosa,
del sonido pluvial que me embargaba.
De pronto, abrí los ojos,
había transcurrido la noche,
la mañana era fresca, nublada
Y yo…
Recordándote en mi almohada.
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