A pesar de la gravedad del problema climático que vive nuestro planeta por la emisión desmesurada y cada vez mayor de carbono debido a las actividades humanas, la COP de Lima tiene todos los ingredientes para ser un fracaso redondo.
De hecho para lo más que va a servir es para que Pulgar Vidal ponga en su CV que fue presidente de una Conferencia de las Partes sobre cambio climático de Naciones Unidas cuando fue ministro del Ambiente.
Lo que pasa es que ahora que se quiere que todos los países del mundo se comprometan consigo mismos para salvar la tierra, la ideología de la inversión que acusa a medio mundo de radical ambientalista, impide que se pongan regulaciones, límites y demás consideraciones al uso del motor de combustión y otros emisores de gases de efecto invernadero.
Y no es que el humano de a pie no contaminé al dejar abierto el caño, enchufados los electrodomésticos o moverse en auto, pero el problema más grueso es la tala de bosques, la minería que destruye páramos, el fracking para extraer petróleo, y toda la industria contaminante y sobre todo el consumismo que promueven las transnacionales.
Si un país tan marginal como el Perú, que sacrifica el ambiente para que haya más “inversión”, es con toda la ostra del mundo sede la COP 20, ¿qué se puede esperar de los demás?
Y eso no es todo. Los líderes reunidos en Lima han venido a hablar de plata, de cuanto ponen los países ricos para que los demás acepten compromisos, lo que revela un juego político de intereses que subordina la necesidad planetaria al toma y daca de una negociación en que todos hacen fintas.
Lo único que hay en términos de recursos es algo más de 9 mil millones de dólares, cuando lo que se requiere es al menos diez veces esa cantidad. Lo aberrante es que muchísima más plata que esa, entra a paraísos fiscales para que lo más primitivo de la raza humana acumule fortunas que ni los tataranietos de sus tataranietos podrán terminar de gastar. En realidad para ese entonces, si no se hace nada ya no habrá humanidad.
En fin, el juego político no acaba en Lima, y ni siquiera empieza bien, y de allí lo irrelevante de esta COP. El toro pondrá sus astas para que las tomen en Etiopía a mediados del segundo año, cuando de nuevo se reúnan todos los líderes del mundo para tomar un acuerdo sobre el conjunto de fondos que se van a poner a disposición para financiar el desarrollo en el marco del post 2015.
Ese proceso es puro bla, bla, bla en Naciones Unidas y quiere enmendar el hecho de que los objetivos del milenio se los hayan pasado todos por las partes sacras. Si allí no hay acuerdo, nos podemos olvidar de la COP 21 en París, donde supuestamente se iba a sacar el gran acuerdo climático.
Mientras tanto, la reunión en Lima solo sirve para masajear el ego de un gobierno que está perdido en el espacio.
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