Ernesto More (en la foto con su fraterno amigo César Vallejo) es uno de los personajes que más cerca vivió con el poeta en los años de sufrimiento y lucha en París. More (con anteojos) fue un gran escritor puneño, cercano a las ideas sociales de Vallejo.
El texto que aquí reproducimos fue publicado por primera vez en la revista “Sí” que dirigía César Hildebrandt, el 11 de abril de 1988. Las cartas incluidas bastan para desbaratar el mito según el cual César Vallejo no conoció en París la pobreza. Por lo demás, el gran escritor puneño Ernesto More escribió, al cumplirse 15 años de la muerte del poeta, un notable texto titulado “Así recuerdo a Vallejo”: “Descubrió que quien anda solo por el mundo (Vallejo se sentía terriblemente solo y huérfano) debía tener los zapatos inmaculadamente lustrados y el cuello eucarísticamente blanco… Nadie llevó la miseria en tan prístino tabernáculo… Durante tres años hemos partido de la misma hostia hecha de papas y de ají.” “Lo que no nos faltaba nunca en nuestras parvas cenas era el vino ‘rouge’.”
¿Vallejo era alegre? Por supuesto, como que tenía el alma en paz. La princesa rusa Desirée Liewen, que se hizo comunista en la Europa ardiente de los años 20 y 30, me dijo una noche en París:
“Vallejo” (su gran amigo) “era alegre, pero cuando bebía se ponía a llorar. Como todos los peruanos, por lo demás”. “No todos los peruanos”, replicó, con su voz ronca, Rodolfo Hinostroza, presente en nuestra cena. Dolores Rodríguez, la esposa española de Juan Luis Velásquez, extrae de su archivo una carta de César Vallejo que ella copió para retransmitirla a su compañero, perseguido en el Perú. Varias Policías acechaban esta y otras cartas. Demetrio Tello, fundador de la célula aprista de París, con Haya de la Torre a la cabeza, y camarada de Vallejo en la fundación de la célula parisiense del partido de Mariátegui, recuerda los años vibrantes de tempestad y fe que compartió con el autor de “Trilce”.
El azar es amigo de los que buscan. Habíamos conversado con don Demetrio Tello y doña Dolores Rodríguez, la dama española que fue esposa del poeta peruano Juan Luis Velásquez, sobre la supuesta grabación de Vallejo. Esa vez, Tello nos recordó que ni siquiera entre amigos el autor de “España, aparta de mí este Cáliz” gustaba de leer sus versos. Doña Dolores, como lo consignó Sí en su edición número 55, había sido decisiva: “Él no gustaba recitar sus poemas, y si lo hacía era siempre de manera pausada. Nunca en tono beligerante y vehemente, como se escucha en la cinta”.
Ahora, cuando se acerca el 15 de abril en que se cumplen cincuenta años de ausencia de Vallejo, fui a buscarlos en pos de otros recuerdos. Estos dos personajes, celosamente silenciados por Georgette y otros muchos; estos que compartieron durante años, día a día, pasión política, hambres, aventura, alegría y fervor con el poeta de “Masa”, no podían defraudarnos.
LA PRIMERA sorpresa fue la carta de Vallejo que aquí publicamos. La remitió el poeta a Madrid, para que desde allá, doña Dolores la retransmitiera al Perú, donde su esposo Juan Luis Velásquez, militante comunista, andaba acosado y clandestino. Varias Policías perseguían al autor de la epístola y sus destinatarios. Por esta razón, la joven española la reescribió en papel cebolla, casi sin espacios intermedios. El ejemplar que publicamos estuvo escondido durante cincuenta años en un baúl. El día que lo rescató para entregármelo, ella no pudo acudir a una cita en casa de Tello. Una carga violenta de recuerdos, y qué recuerdos, le había alterado la presión.
La misiva de Vallejo demuestra la pasión política que lo dominaba. Urge a Velásquez noticias sobre la posibilidad de formar en el Perú un Frente Nacional (sin duda, un Frente Popular); pero hay que saber, advierte, “con quiénes y en qué condiciones”. Expresa todavía el deseo de volver al Perú; pero otra vez el Perú le dará un portazo en la nariz. Entonces decidirá no volver mientras no haya una gran conmoción, hasta que no quede piedra sobre piedra.
Dolores Rodríguez, era una quinceañera colegiala de la España conventual, enamorada del poeta peruano Juan Luis Velásquez, cuando conoció a Vallejo.
Al día siguiente del encuentro en la casa de Tello al que ella no acudió, visitamos a la señora Dolores en su casa limeña. Es una hacienda de otrora, a cuya vera se yerguen las aspas de un molino de viento. Allí, a la sombra de su gentileza y su lucidez, entablé diálogo con su voz dulcísima.
—Me gustaría, señora Dolores, que me cuente usted el primer instante en que conoce a Vallejo.
—Yo estaba siempre perseguida por mis padres, que no querían que me viera con Juan Luis. Yo era colegiala. Al final del Paseo del Prado, en Madrid, creo que existe todavía, había un hotel, en cuyos bajos había una cafetería. Nos reuníamos en ésta con Juan Luis, para hablar un rato, tomar un vaso de agua, no creo que tomábamos mucho más. Después nos íbamos a pasear por lo que era la salida del Retiro, la parte que se llama del Angel Caído. Es la única estatua en favor de Luzbel que hay en el mundo. Por ahí había libreros de viejo. Nos entreteníamos. Un domingo, como a las once de la mañana, llega Juan Luis acompañado por una persona delgada, con abrigo y una bufanda puesta, y un sombrero en la mano, que hacía girar. Entonces yo me eché a reír y le dije: ‘¡es un peruano!`. ‘¡Sí!, me dijo, ‘es el cholo Vallejo`. Entonces Vallejo me dijo: ‘Pero qué gusto. Me voy a sentar contigo y te voy a hacer unas preguntas”. Y me dijo: ‘Oye, Dolores, yo estoy segurísimo de que tú tienes en tu clase una amiga así como tú, sencilla y bonita que se llama Juanita`. Yo le dije: ‘Pues estás equivocado, porque yo no conozco a ninguna Juanita, y tú estás casado´. ¡Ji, ji, ji! Pero eso no debe salir…..” (Perdón, señora Dolores, pero no podemos escatimar a los lectores esta imagen riente del poeta).
—“Era un hombre de una extraordinaria dignidad. Siempre vi a César, al cholo, como le decíamos nosotros, así. Usaba en la mano derecha un anillo que creo que tenía una piedra de lapislázuli; unos puños blancos que salían fuera del saco. Ahora, nunca me percaté si el cholo tenía la camisa completa o sólo los puños…..Eso, hay que reconocerlo, era obra de Georgette. Con un terno lustroso, es verdad, con una bufandita en torno al cuello, pero sus puños inmaculados. Con una dignidad, que parecía la de un emperador, en este hombre que no tenía ni un franco para nada. Yo era una chiquilla al lado de él, y le decía: “Cholo, tú eres un rey”. Era un hombre de una espiritualidad como no la puede tener nadie. El se reía de eso que yo le decía”.
“Vallejo -dice en otro momento- era un hombre triste, que, sin embargo, transmitía paz”. Cuando lo dice, ella transmite paz.
Larga conversación que fluye desde el fondo de la historia. Entran y salen por el hermoso París de los años 30, Gonzalo More persiguiendo, cuchillo en mano, a Elsa, su hija, que lo ha acusado de comerse el gato de la princesa rusa Désirée Liewen, amiga de Vallejo, de Hemingway, de James Joyce; Percy Gibson, poniendo a escondidas en un bolsillo de Vallejo “muchos francos, miles de francos”; celos de Georgette porque el cholo “le ha estado mirando las piernas a una prostituta” (se refería a una muchacha francesa, invitada a una fiesta en casa de los More); reuniones políticas clandestinas, trenes brillantes que cruzan países, deportaciones, miedo, cárcel, hambre, amor. Comunistas expulsados de su partido por comunistas. Lucha, amor.
El gran poeta francés Robert Desnos, amigo de Vallejo, murió en un campo de concentración.
“El mismo día conocí a Haya y Vallejo”Don Demetrio Tello es Cajamarquino. Nació en 1903. Cuando le preguntamos sobre su primer encuentro con Vallejo, nos respondió:
“Le voy a contar algo previo:
Un día le pregunté a Vallejo:
—¿Por qué has salido del Perú?
—He salido del Perú, me contestó, porque prácticamente me han hecho huir las clases dominantes. No he venido por gusto, sino porque me han echado. Son clases ensoberbecidas, insolentes y, además de eso, ignorantes. Los dirigentes del país nunca han salido de Lima, y sin embargo dominan al país como un feudo. Pensé que nunca podría hacer nada en el Perú contra esa gente que nos aplastaba. De manera que decidí huir”.
Luego responde a mi pregunta:
—Yo había llegado hacía apenas dos días a París, cuando me encontré de forma casual con dos compañeros. Uno era de colegio. Había estado conmigo en el Guadalupe, Carlos Cahuas, que iba acompañado por otro, Antonio de los Ríos, cajamarquino, paisano mío. Fue una sorpresa encontrarnos. De los Ríos, que se había educado en el Colegio Nacional San Juan, de Trujillo, conocía a Víctor Raúl Haya de la Torre y a César Vallejo. Un día, De los Ríos me dijo: ‘oye, ¿conoces a Haya de la Torre?’. Le dije: ‘yo le he visto en Lima, pronunciando un discurso en el patio de la Universidad de San Marcos; pero personalmente no lo conozco’. ‘¿Quieres conocerlo?’. ‘Con todo gusto’, le dije. Entonces nos citamos para el 3 de setiembre de 1926. Me dijo: ‘Tengo cita con él ese día, a las tres de la tarde en el café de la Rotonde’. Nos presentamos allí. Estaban Vallejo y Haya de la Torre. De manera que a los dos los conocí simultáneamente. De esa manera logré trabar una amistad muy estrecha. Ideológicamente, también. Haya sostenía algunas cosas con las que estábamos de acuerdo. Yo me hice, diríamos, hayista. Por el momento. Simpatizante de Haya, porque él estaba empeñado en una campaña política. Vallejo no. Era amigo, pero no participaba en esas cuestiones de tipo político. Alguna vez le pregunté por qué. ‘No’, me dijo, ‘porque yo ya tengo otra ideología’.
Lo cierto es que con Haya de la Torre fundamos la Alianza Popular Americana (APRA). Alguna vez se me ha puesto, por equivocación, como fundador del Partido Aprista Peruano. No es verdad. El Partido Aprista Peruano se fundó después, acá en el Perú.
—Cuándo se produce la ruptura de la Célula Aprista de París, se firma, el 29 de diciembre de 1928, un documento que firman Vallejo, Eudocio Ravines, Armando Bazán, Jorge Seoane Corrales y Juan Jacinto Paiva. ¿Cuál fue el papel de Vallejo en esa ruptura con Haya?
—Resulta que Vallejo ya tenía contactos con José Carlos Mariátegui, al igual que Ravines. Se acordó disolver la Célula del APRA y formar la Célula del Partido Socialista, creado por Mariátegui. Vallejo nunca había militado en la Célula Aprista.
—¿Cómo se produjo la expulsión de César Vallejo de Francia?
—El textil Lino Larrea y el portuario Bracamonte habían ido del Perú al Quinto Congreso de la Internacional Sindical Roja, a fines de 1930. Nosotros fuimos a despedirlos cuando partieron a París. Se iban a embarcar en Burdeos. Pero parece que la Policía perseguía al grupo. En un momento dado, nos cercaron. Nos pidieron papeles. Fue LA PRIMERA vez que vi a Vallejo expresarse en forma violenta. Porque él era un hombre pacífico, bueno. Cualquier cosa que se le decía, lo tomaba en broma. Pero aquella vez se enfrentó a la Policía. Incluso le torcieron los brazos. La gente se aglomeró en la estación. También estaba Juan Luis Velásquez. A las pocas semanas, expulsaron a Vallejo, a Armando Bazán y a Velásquez. Seoane y yo nos salvamos porque teníamos carné de estudiantes.
También en la evocación de don Demetrio cabalgan hechos, personajes. El día en que Alfonso de Silva llevó el himno del APRA que había ofrecido, y que no fue aceptado por falta de empuje. Alfonso era un hombre triste. Hacía ceros de madera; no sabía hacer cantos de madera llameante. Barbusse, Rolland conversan con Vallejo. Son cordiales los García Calderón. La historia se agolpa: “Vallejo quería salvar al hombre andino, al obrero”, dice don Demetrio. “Su poesía no es para recitarla, sino para leerla, para pensarla. Él ha llevado la bandera del Perú por el mundo. Por eso lo he calificado como El Peruano más ilustre de este siglo”.
“En realidad”, había escrito Vallejo, “la muerte no está cerca ni lejos de la vida”.
EL TESTIMONIO DE UN CAMARADA ESPAÑOLMadrid, 30 de abril de 1936.
Querido Juan Luis: He tenido la alegría de saludar a Dolores. Aún no he visto a tus chicos, aunque tengo mucha curiosidad. No llevo más que dos meses en España, pues, después de octubre del 34, tuve que salir para refugiarme en el extranjero. He vivido un año en París y el resto del tiempo en Bruselas. En París, veía frecuentemente al Cholo. Estando allá recibí una carta tuya en la que prometías una más larga que no sé si habrás escrito ya. Me hubiera gustado mucho haberla leído. El Cholo vive muy mal. Su mujer está parada y solo se sostienen de 450 francos al mes que es lo que cobra ella de chomage. Yo me maravillaba mucho de que pudieran resistir así, porque si bien yo he vivido todo ese tiempo a base de hacer una sola comida al día (y en los primeros tiempos, haciendo solo dos por semana) tenía que pensar que era una situación transitoria y, en cambio, al Cholo no le cabe esperar ni aún eso. No sé si escribe, creo que no. Es muy difícil mantener ilusiones cuando debes encerrarte en un cuarto día tras día sin poder salir por falta de dinero para autobús y mucho menos para tomar un café. Vivimos muy vecinos durante unos seis meses. Los dos en el Boulevard Raspail. Ahora ya no vive allí, te doy las señas por si no las conoces: 7, rue Vandamme, 14. Yo no le he escrito todavía, pero sé que él quiere venir a España y es solamente la dificultad de que le visen el pasaporte por más de quince días lo que le retiene.
Te abraza: Pablo (*)
-*Este es fragmento de carta del dirigente comunista español Pablo de la Fuente dirigida al poeta peruano Juan Luis Velásquez.
INÉDITA
Esta es la copia de la carta de Vallejo
París, 13-6-36.
Querido Juan Luís: ¿Por qué no me das tu dirección? en las dos únicas cartas que me has escrito del Perú, me dices siempre que me vas a escribir largo y tendido, dándome tu dirección para contestarte y no lo has hecho. Esta carta te la envío, en consecuencia, por intermedio de Dolores, a quien le ruego trasmitírtela a la mayor brevedad.- Me tienen desde hace tiempo huérfano de informes fidedignos y sustanciales sobre lo que pasa allí. Apenas me llegan las consabidas hojas del Gobierno y de la reacción, que no reflejan lo que ocurre realmente en el país. Gente de izquierda no queda en París. En estas condiciones carezco en absoluto de datos para formarme una impresión –ya que no una idea- del momento actual, particularmente en lo que toca a las próximas elecciones. Por lo que me dices en tu papelito, parece posible un Frente Nacional; así también ciertos rumores oficiosos lo aseguran. Pero ¿en qué condiciones y con quiénes? Supongo que, cuando recibas estas líneas, la coyuntura electoral se habrá ya definido, al menos en lo que concierne a candidatos presidenciales y a la formación del Frente Nacional. De otro lado ¿las elecciones van a efectuarse, en realidad, en setiembre o serán, como se dice por aquí, postergadas?- Te ruego darte un tiempo para ponerme al tanto de todo esto, apenas recibas esta carta. Te suplico, así mismo, preguntar en Lima por mi hermano Néstor y ponerte al habla con él sobre la posibilidad de mi regreso al Perú. Habla con trujillanos, que pueden conocerle. Me interesa muchísimo que lo veas. Dile que le he escrito y no me contesta.- En verdad, mi deseo sería volver cuanto antes al Perú. Pero no entreveo los medios y el “cLima” propicio a la realización de alguno o, si fuera posible, de los diversos objetivos de mi vuelta. ¿Qué voy hacer allí en buena cuenta? ¿Con qué fondos voy a hacer el viaje? ¿Con qué voy a subsistir en Lima? Y, lo que es más serio ¿en qué voy a ocuparme? Desde aquí, es imposible, sin duda, precisar las perspectivas.
Con todo, no puedo tomar decisión alguna, sin una base de cálculos probables. Me parece que tú podrías orientarme, tú que estás en el meollo de ambiente. De todas maneras tengo la vaga impresión que mi regreso depende, en gran parte, del sesgo que las próximas elecciones impriman a la política del país. De aquí que ansíe vivamente tus noticias sobre las elecciones. Es entendido que de no recibirlas, es porque nada interesante o de volumen ocurre allí susceptible de influir en el problema de mi viaje. Pero, naturalmente, más valdría que me escribas. ¡Por favor! No te quedes en silencio.- A España no sé si vaya. Depende de cómo sigan presentándose las cosas en uno y otro lado de los Pirineos. Desde luego, si voy, te avisaré o te lo dirá Dolores. En cuanto a tí, no me dices nada. También a este respecto escríbeme lo que haces y vas a hacer. No te mando colaboración porque no me dices qué clase de revista va a ser la tuya…¿Me comprendes? Espero ver el primer número, para saber a qué atenerme y enviarte cosas mías y de otros.- Ni tú ni Dolores me decís nada de Igor, ni de la segunda chica ¿dónde están? ¿En el Perú? ¿Madrid? Y tú ¿vienes luego a España? ¿Dolores va a volver al Perú? -la carta de ella es tan lacónica y telegráfica como la tuya. Sois terribles.- Georgette te envía cariñosos recuerdos y yo el abrazo de hermano que tú conoces.
-firmado. -CÉSAR
César Lévano
Director "La Primera"