Al centro Daguedu Benjams |
por Daguedu Benjams
Estaba vivo, ¡vivo! Me ardían los ojos y la espalda, y no sentía los brazos. Oía las olas crecer, madurar y lentamente extinguirse. Era extraño, muy extraño no recordaba tu nombre, ¿quién lo olvidaría? medité unos instantes pero no, seguí agonizando. Un sabor a sal inundaba todo y lo mezclaba. Arriba, daban vueltas las nubes, abajo, sobre la arena, yo, con sal en los pulmones. El dolor es una idea, una simple fantasía, tú lo sabias mejor que nadie, lo sabias. Giré, y fue cuando te vi, el dolor fue insoportable, “después de todo estaba vivo, ¡vivo!, ¡¡vivo!!” y muriéndome por la sal, ¡qué ridículo!”. Mis ojos nacieron de una estrella, me decías, mientras yo, agonizando y tú mirándome; no recordaba tu nombre ¿Por qué?, tu cabello rojo como mi sangre que se mezclaba con el mar, se iba con las olas y me mirabas. Mis ojos son solo tuyos, me decías, a ti te pertenecen, y no soportaba la idea de amarte, tú tienes la culpa, tú hiciste que te ame, por eso tuve que hacerlo, por eso estamos aquí, agonizando, y las entrañas se me salen, la sal incinerándome la piel, la arena secándome los ojos, y tú a mi lado tan roja como yo, con tus cabellos flotando sobre el mar, y yo en tus ojos vacíos, mirándome, lo tuve que hacer, es tu culpa. Te amo, me decías, te amo. Por eso lo hice, por eso te maté.