“En honor a las hermanas Mirabal, de República Dominicana”
Por Carlos M. Valenzuela Quintanar
No son los garrotes
que lastiman mi cuerpo
lo que duele,
es la impunidad,
la avaricia,
esa desmedida y enfermiza
búsqueda de poder,
lo que hace que mis lágrimas
quemen mi rostro.
Esa impotencia
por tanto gobernante
insaciable,
que ultraja
sin importar edades;
lo mismo arrebata
la inocencia
a un tierno cuerpo
de niña
que no piensa aún,
en ser mujer.
También lo hacen
con la jovencita
llena de virtudes y de sueños,
sueños que desaparecen
con las estocadas crueles
de impunes violaciones.
¡Es hambre de poder,
crueldad y caciquismo!
No miran los años
mucho menos
esa mirada implorante
pidiendo clemencia.
A las ancianas que los años
su cuerpo han doblegado,
también a ellas, sin misericordia,
las atropellan y mancillan.
Sin embargo ¡Soy mujer!
y llevo en mis entrañas
un espacio,
lleno de esperanza y sensibilidad,
que no habrá nunca nadie
de mancillar,
así violen y violen
mi cuerpo;
porque es lugar, ¡sagrado!
donde nunca las manchas llegarán.
En lucha estaré
año tras años
y cada garrotazo
que mi cuerpo reciba,
será un grito de lucha
para que las mujeres
¡SEAN LIBRES!
...Y tengan el derecho de opinar.
Hermosillo, Sonora 24 de noviembre de 2008
Por Carlos M. Valenzuela Quintanar
No son los garrotes
que lastiman mi cuerpo
lo que duele,
es la impunidad,
la avaricia,
esa desmedida y enfermiza
búsqueda de poder,
lo que hace que mis lágrimas
quemen mi rostro.
Esa impotencia
por tanto gobernante
insaciable,
que ultraja
sin importar edades;
lo mismo arrebata
la inocencia
a un tierno cuerpo
de niña
que no piensa aún,
en ser mujer.
También lo hacen
con la jovencita
llena de virtudes y de sueños,
sueños que desaparecen
con las estocadas crueles
de impunes violaciones.
¡Es hambre de poder,
crueldad y caciquismo!
No miran los años
mucho menos
esa mirada implorante
pidiendo clemencia.
A las ancianas que los años
su cuerpo han doblegado,
también a ellas, sin misericordia,
las atropellan y mancillan.
Sin embargo ¡Soy mujer!
y llevo en mis entrañas
un espacio,
lleno de esperanza y sensibilidad,
que no habrá nunca nadie
de mancillar,
así violen y violen
mi cuerpo;
porque es lugar, ¡sagrado!
donde nunca las manchas llegarán.
En lucha estaré
año tras años
y cada garrotazo
que mi cuerpo reciba,
será un grito de lucha
para que las mujeres
¡SEAN LIBRES!
...Y tengan el derecho de opinar.
Hermosillo, Sonora 24 de noviembre de 2008
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