Por Dietrich Schwanitz
En el comienzo de la literatura europea en lengua vernácula (no en latín) está la obra cumbre de la literatura italiana y de la Edad Media europea: La Divina comedia, del florentino Dante Alighieri, concluida en 1321.
Para comprender esta obra, ha de tenerse en cuenta que en esa época aún no se había inventado la imprenta, por lo que el saber solía transmitirse oralmente. Y lo que no está escrito, hay que tenerlo en la cabeza, lo que hizo que se desarrollara una cultura de la memoria. El orden simbólico del mundo se imaginaba como una especie de museo moral con distintas áreas, en el que cada pecado y cada castigo hallaban su debido lugar. Si se quería recordar algo, se recorría imaginariamente el museo de la mano de un guía y se buscaba aquel lugar (el lugar común, el tópico) en el que se encontraba el personaje y la historia ejemplar que se quería citar. La Divina comedia emplea un sistema de memoria de este tipo.
La obra empieza el día de Viernes Santo de 1300, Dante se ha extraviado en la <selva del error>. Allí encuentra a Virgilio, el autor de la Eneida, que lo quia en su descenso a los nueve infiernos. Primero atraviesan el limbo, en el que moran los santos y los patriarcas de la Antiguedad, pues, aunque su conducta fue irreprochable, no están bautizados. Continuan-do su descenso, encuentran el primer infierno; en él se consumen los que han sucumbido al amor prohibido, que son los que sufren menores castigos. Después están los que han pecado de glotonería, avaricia, ira y cólera. En el sexto infierno, donde están los herejes, comienzan verdade ramente los tormentos. El séptimo infierno es la sala de tortura para los asesinos, los suicidas, los blasfemos y los pervertidos; en el octavo infierno sufren tormento los impostores, los brujos, quienes han cometido alta traición y los espías; y en el centro del noveno infierno Dante ve cómo Lucifer, congelado en un hielo eterno, roe con sus tres cabezas a los traido-res Bruto y Casio, asesinos de César, y a Judas, el traidor de Jesucristo.
A través de un túnel, Virgilio lo conduce al hemisferio opuesto, la montaña del purgatorio. Esta montaña es la exacta contraposición del agujero del infierno: a través de nueve círculos concéntricos, el cami-no lleva hasta la cumbre. El purgatorio es un campo de trabajos forzados; los pecados que en él expían los reclusos -por ejemplo, la avaricia, la gula y la voluptuosidad -son perversiones de un amor, que en sí mismo es un impulso divino, desviado de su verdadero objeto y dirigido hacia fines terrenales.
Virgilio se despide en la entrada del Paraíso terrenal, y Dante es conducido hasta la beatitud de la vida contemplativa a través de la vida activa. En la puerta del Cielo lo recibe Beatriz, su amor platónico, su venerada Beatriz Portinari a la que el poeta idealizó y convirtió en el arquetipo de todas las figuras femeninas que han inspirado la poesía europea. La idealización de Goethe del «eterno femenino» se inserta también en esta tradición. Yes Beatriz la que conduce a Dante al Paraíso. Primero escuchan la música celestial, luego ascienden por el cielo de las esferas planetarias, donde están representadas las distintas virtudes, hasta llegar al noveno cielo, dividido en nueve niveles en correspondencia con la jerarquía celestial. Después se ve un chorro de resplandeciente luz, en cuyo centro se eleva la corte celestial en forma de rosa blanca. En sus pétalos están sentados los padres de la Iglesia, los profetas y los ángeles, que contemplan dichosos a Dios. Beatriz vuelve a ocupar su asiento cerca de Dios, y a Dante, que se ha purificado tanto durante el viaje, se le permite ver a la divinidad. Aquí encontramos ya el esquema del viaje cultural como antecedente de la novela de formación. A través de él, el lector ha tenido la oportunidad de conocer a los grandes personajes mitológicos e históricos. En este sentido podemos decir que, para la Alta Edad Media, La Divina comedia era también un manual titulado Cultura. Todo lo que hay que saber. Quien hubiera leído la obra, había sido conducido a través de la cultura por Dante, del mismo modo que él había sido conducido por Virgilio y Beatriz. Goethe imitará a Dante, haciendo que Mefistófeles arrastre a Fausto por los altibajos de la vida. Pese a haber atravesado los horrores y los tormentos del infierno y el purgatorio, la obra tie-ne un final feliz, de ahí su título: <una divina comedia>.
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