Por Roberto Carlos Cordova García
El 23 de junio de 1305, era ejecutado William Wallace, el heroico escocés que ante la ocupación Inglesa se levantó en armas logrando poner en jaque durante varios años a las fuerzas invasoras al grito de "alba gu brath", se traduce al español como «Escocia para siempre», aunque el significado literal en gaélico es «hasta el Juicio Final».
Perteneciente a una familia local influyente, Wallace había adquirido el sentido moral de la libertad por medio de la lectura de autores clásicos latinos, inspirándose así a luchar años más tarde en contra de los ingleses.
El hecho que ocasionó el levantamiento de Wallace fue la ejecución de Marian Braidfute que recién se había convertido en su esposa. Con la sangre a punto de ebullición, Wallace organizó un pequeño ejército de campesinos con el que de forma impresionante logró varias victorias.
Su nombre y su popularidad subían como la espuma al ritmo que se le unían más seguidores. En Stirling derrotó al numeroso ejército invasor en una encarnizada batalla, sin embargo su éxito fue fugaz. Tras ser vencido en Falkirk por el moderno armamento Inglés, varios nobles escoceses se fueron retirando y firmaron la paz con el rey Eduardo de Inglaterra. Wallace siguió con la rebelión y buscó apoyo en Francia y Noruega, pero le fue negado, entonces decidió seguir con sus propios medios.
Su cabeza ya tenía un alto precio, por lo que eludir la captura cada vez se complicaba más. Fue entonces cuando uno de sus antiguos aliados lo entregó.
En su ejecución se desprendió un odio inimaginable. Al ser llamado la encarnación del mal, acusado de ser más cruel que Herodes y estar más loco que Nerón, lo arrastraron por las calles de Londres atado por sus dos pies de un caballo, luego fue colgado para ser ahorcado. Sin dejarlo morir le retiraron la soga del cuello y cortaron sus genitales, para pasar a destriparlo y arrojar sus órganos al fuego. Como acto final lo decapitaron y cortaron sus brazo y piernas que fueron enviados a los principales puntos de Inglaterra.
La trágica muerte inspiraría a sus compatriotas que se levantarían años después. Convirtiéndose así William Wallace en el símbolo de la independencia escocesa.
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