Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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12 de mayo de 2019

VIVÍA EN UNA CAJA DE ZAPATOS

Por Osvaldo Hueso
Osvaldo Hueso

Tengo el agrado de compartir un cuento del excelso escritor argentino, nacido en Liniers, Osvaldo Hueso. Osvaldo radica ahora en Buenos Aires.


VIVÍA EN UNA CAJA DE ZAPATOS, porque tenía la particularidad de achicarse. Su estatura era como la de nosotros. No le conocíamos familia, llegaba a la cancha y se prendía en los picados, con un gorro amarillo a rayas negras y amplia visera que, en un rápido movimiento la corría para atrás cuando cabeceaba. Buscaba los alimentos con fecha vencida que dejaban los repositores en los súper mercados. A veces lo seguíamos para ver como se achicaba al llegar a la caja de zapatos, y era increíble que, a tres o cuatro metros de la caja, empezaba a achicarse. Observábamos en un silencio impenetrable, los ojos agrandados para no perder ningún detalle. Destapaba la caja y ya bien chiquito se metía adentro, y con la mano bien chiquita que casi no la veíamos, la tapaba Nos dijo una tarde descansando a un costado de la cancha, que tenía otros poderes aparte de achicarse. A veces veíamos que la pelota iba hacia él cuando se acercaba al arco, el defensor no entendía cómo si no avanzaba con la pelota, ésta iba hacía él. Pateaba y la pelota se dirigía siempre hacia el ángulo alto imposible de alcanzar por el arquero. Nosotros, por esas cosas raras, como de achicarse y que la pelota fuera hacia él, le teníamos algo así como miedo o desconfianza a pesar de que era bueno y no parecía tener ninguna maldad. A fin de año en el colegio, teníamos el desempate con los del lado norte de la estación y le preguntamos si quería jugar. Lo vimos tan alegre que no nos dimos cuenta que solo lo veíamos en los picados. Nos dijo sí enseguida y que íbamos a ganar. Nos llamó la atención tanta seguridad, pero pensamos que se debía a su alegría por haberlo invitado al equipo.

Lo que sucedió después es difícil de contar porque, es casi seguro, va a costar creerlo. En el primer tiempo perdíamos uno a cero de pura suerte, habían pegado dos pelotas en el travesaño cuando nuestro arquero estaba totalmente vencido. Logramos empatar con un penal, después de la tremenda patada del cuatro de ellos. Pero el segundo tiempo terminaba y perdíamos el viaje a Bariloche; el premio para el campeón. Ahí fue cuando sucedió lo increíble. Faltando dos minutos, la pelota fue hacía él; los contrarios armaron una muralla de piernas por donde era imposible pasar pero, -y acá viene lo que nosotros sudorosos veíamos como si fuera una película- Se fue achicando, como lo hacía cuando se metía en la caja de zapatos. Se escurrió entre todas esas piernas, y lo aun más increíble; también se achicó la pelota. Y a medida que se acercaba al arco, después de dejar atrás al último defensor, fue creciendo; y con un tiro, bien de zurda ¡clavó la pelota en el ángulo alto del arco! En los dos minutos restantes no nos pudieron empatar. Abrazamos a nuestro salvador y nos fuimos pensando cómo llevarlo a Bariloche, si no era del colegio. Le explicamos al director que era un chico del barrio muy pobre, y que gracias a él, ganamos el campeonato. No hubo caso, no fue posible convencerlo.
Estamos ahora viajando hacia Bariloche, en la mochila que tengo en el rincón del asiento, va una cajita de zapatos, y muy despacito… se siente la risita de nuestro extraño amigo, que viaja contento, a disfrutar del anhelado paseo.
osvaldohueso@yahoo.com.ar

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