El VRAE |
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Raúl Wiener Periodista, Analista Político y Económico peruano. Fue periodista en el desaparecido diario “El Observador” (1981-1984), jefe de la página económica, jefe de redacción y subdirector. Dirigió la revista “Amauta” (1988-1992)y participó en otros proyectos periodísticos. Actualmente es Jefe de la Unidad de Investigación del diario “La Primera” .
DOMINGO, MAYO 06, 2012
Notas sobre el Vrae
Llegué al Vrae en 1974, cuando no se llamaba Vrae y varios de los Quispe Palomino no habían nacido. Eran días de embalse del río Mantaro en los límites entre Huancavelica y Ayacucho, y en la ciudad de las iglesias se percibía el olor del aislamiento y de la falta de combustibles, que inmovilizaba viajeros. Pero la suerte nos hizo conocer a un sacerdote franciscano que buscaba un vehículo para llevar varios cilindros de gasolina a San Francisco, mientras que de nuestra parte teníamos un Jeep sin gasolina que pretendía llegar a la misma ciudad. El resultado fue una asociación para vencer las adversidades.
Por esa época era un funcionario del ministerio de Vivienda que participaba de un estudio sobre los flujos de mercancías entre los principales centros urbanos del país, especialmente aquellos emergentes, lo que me permitió enterarme que el en el valle del río Apurímac estaba uno de los potenciales nudos del comercio regional. Para viajar, nos habían dado un contacto, buscar al señor José Parodi, dueño de la hacienda Palmapampa, al sur de San Francisco, que nos daría alojamiento y comida y nos ayudaría a conocer la zona.
Cuando el cura que nos acompañaba oyó el nombre reaccionó como un resorte. Pepe Parodi era un gamonal implacable, que explotaba a los nativos y colonos, les quitaba sus tierras y estaba coludido con las autoridades y la Policía. La Misión Franciscana estaba enfrentada con el hacendado del sur del valle, que por supuesto se lucía ante las visitas y era cruel ante los lugareños. Así que por pura casualidad, terminamos de un lado de la contradicción cuando íbamos en dirección del otro.
Nunca vimos a Pepe Parodi, pero sí supimos de la “Pepe Kola”, una gaseosa envasada en su hacienda que se hacía con agua contaminada, de los hombres armados del hacendado y de su poder en toda la zona. El Vrae estaba en pleno nacimiento, en la ruta uno podía ver pueblos abandonados en los puntos a los que iba llegando la carretera, hasta finalmente desembocar en el río donde se construyó San Francisco. Desde el lado de San Francisco se podía ver la otra orilla donde continuaba la ciudad y el comercio y que pertenece al Cusco.
El presidente Belaúnde había visto uno de sus sueños colonizadores en esta zona y había iniciado la construcción de un puente sobre el caudaloso Apurímac. Pero puente se había quedado a la mitad, como el famoso de Avignon, y al gobierno militar no le había interesado terminarlo (se concluyó en los 80), lo que significaba que no se podía pasar por tierra al otro lado y las frutas, café y otros productos de la selva cusqueña no podían salir normalmente hacia Ayacucho y la costa. La poblaciones a lo largo del río estaban influidas por los franciscanos, aunque luego llegarían los evangélicos. Vista desde dónde estábamos la selva parecía infinita. Nadie podía imaginar lo que allí ocurriría a la vuelta de diez años.
La década de los 80
Pepe Parodi se convirtió en diputado belaúndista en el año 80, y hacia el fin del período aparecieron denuncias que lo vinculaban con el narcotráfico. Por entonces ya se sabía que Palmapampa se había convertido en una base militar en el valle del Apurímac y que ahí se encontraba un aeródromo desde el cual se movían aviones y helicópteros en un escenario que iba siendo ocupado por la violencia. Algunos puntos de acceso al VRAE se hicieron espacios de una intensa disputa, uno de ellos era la “Oreja de Perro” en el límite entre Ayacucho, Apurímac y Cusco, y en el punto de encuentro donde el río Pampas se descarga desde gran altura sobre el Apurímac y lo convierte en la inmensa masa de agua que contemplé en 1974.
En la “Oreja de Perro” se instaló la primera “República Popular de Nueva Democracia” y Sendero Luminoso impuso su ley. La recuperación militar de esta zona de entrada al VRAE fue muy sangrienta. El distrito de Chungui fue el que perdió la más alta proporción de población durante la guerra respecto al número original de habitantes (37%). Los habitantes todavía cuentan que a los terrucos los fusilaban en una roca muy grande que queda al centro de la capital del distrito o los tiraban desde el pampas hacia el Apurímac. Algunos dicen que el Apurímac es un cementerio lleno de secretos de muerte.
En el noroeste estaba Ayahuanco y el refugio del Vizcatán, que en algún tiempo se conoció como la base de “Sello de Oro”, desde dónde se hacían las conexiones hacia Huanta y Huancavelica. En la confluencia con el río Mantaro que forma el río Ene, se desarrolló la guerra contra los ashánincas, que comienza como un sometimiento y esclavización de la población y más tarde se convierte en una masiva rebelión que impone una de las derrotas más feroces al senderismo.
Los DECA
Sobre Palmapampa, San Francisco y las dos orillas del río Apurímac, nacieron las DECAS (Defensa Civil Antisubversiva), primeros destacamentos civiles involucrados directamente en la guerra. Su comandante, Pompeyo Rivera, Huayhuaco, fue un personaje clave de la política de finales de los 80. Alan García lo convirtió en un héroe civil y lo condecoró públicamente. Los DECAS se armaron solos a diferencia de las rondas de la sierra que recibieron armas de las Fuerzas Armadas, y es evidente que el dinero que se usó en esta fase de la guerra provino del auge del narcotráfico en el área. Hacia mediados de los 90, Huayhuaco fue detenido bajo acusación de narcotráfico por el gobierno de Fujimori.
Los DECAS tomaron el dominio del VRAE y se convirtieron en un poder en este vasto territorio. Entonces empezaron a ser temidos. Se les acusó de ser un brazo armado del narcotráfico y poco a poco fueron siendo desarmados. Ahora los llamados remanentes de Sendero Luminoso, dirigidos por los Quispe Palomino son hegemónicos en la región.
1 comentario:
Definitivamente las décadas de los 80 y 90 han dejado una huella imborrable en esta zona; acá en Lima la gente vivía feliz y sin dolor de nada, mientras que en el interior fue lapidante la violencia, no juzgo a nadie, pero el dolor está allí en cada corazón de todos los que vivimos en los alrededores.
Yo tuve la suerte de haber nacido entre el límite de Ayacucho y Apurímac; desde allí podíamos ir a pie de unos tres días hasta el lugar donde estuvieron ustedes.
Los políticos de aquella época descansaban en sus camas suaves, abrigados entre las sábanas de seda, mientras que nosotros dormíamos con un ojo cerrado y el otro abierto.
Creía haber nacido en un lugar olvidado por Dios, aunque los paisajes hermosos que rodeaban hacían olvidar todo ello.
Las muertes de Lucmahuaycco no deben ser olvidados, niños, mujeres, ancianos,etc.
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