Me gustaría que habláramos hoy del narrador, el personaje más importante de todas las novelas (sin ninguna excepción) y del que, en cierta forma, dependen todos los demás. Pero, ante todo, conviene disipar un malentendido que consiste en identificar al narrador, quien cuenta la historia, con el autor, quien la escribe. Este es un gravisimo error, que cometen, incluso, muchos novelistas que, por haber decidido narrar sus historias en primera persona y utilizando deliberadamente su propia biografia como terna, creen serlos narradores de sus ficciones. Se equivocan. Un narrador es un ser hecho de palabras, no de carne y hueso como suelen ser los autores; aquél vive sólo en función de la novela que cuenta y mientras la cuenta (los confines de la ficción son los de su existencia), en tanto que el autor tiene una vida más rica y diversa, que antecede y sigue a la escritura de esa novela, y que ni siquiera mientras la está escribiendo absorbe totalmente su vivir. El narrador es siempre un personaje inventado, un ser de ficción, al igual que los otros, aquellos a los que él "cuenta", pero más importante que ellos, pues de la manera como actúa -mostrándose u ocultándose, demorándose o precipitándose, siendo explicito o clusivo, gárrulo o sobrio, juguetón o Serio depende que estos nos persuadan de su verdad o nos disuadan de ella y nos parezcan titeres o carica-turas. La conducta del narrador es determinante para la coherencia interna de una historia, la que, a su vez, es factor esencial de su poder persuasivo.
Mario Vargas Llosa
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