A Jorge Aliaga Cacho.
Por Rodolfo Moreno.
Jorge; vengo a colgarte las canciones que mis arrugados huesos cultivaron para ti. Inspiradas en ti; en la extensión de tu nombre, en la hondura de tus pasos, en el incendio de tu palabra y el vasto dominio de tu luz fecunda, son más tuyas que mías y a ti te pertenecen, como el sonoro altar para tu incorruptible mirada, como la invicta bandera para tu fraterno verbo, como el alzado balcón para el vuelo de tu sonrisa, como la tierna luz que te talla hermano y camarada. Tienen la sabrosa sal de nuestros fecundos surcos; la madura miel de nuestros anhelos; la fiesta de nuestras chanzas y desvaríos; la placidez de nuestros recuerdos gratos, el horizonte de los pasos acumulados. Cierra tus ojos y te verás florecido de melodías; de himnos de guerra que tapizaron los asfaltos y treparon hasta los cielos, llevando nuestra rabia contra la mezquindad de los dioses; tú mismo eres el canto fermentado en los sindicatos y colgado en el pecho de las mañanitas para apurar el curso de la historia... Tú, Jorge, habrás de sembrar tu sonoridad de cántaro y tu hondura de alforja al pie de nuestro achapushco, con la rumorosa plegaria de nuestro río y la fecunda bendición de la lluvia...allá, en Mitobamba. Y no habrá sombra, silencio, temor ni olvido que nos prive de tus alhajas... Toda distancia será cubierta, todo abismo será sellado, toda cumbre será doblada, todo atraso será vencido... rasgaremos el pecho de los cielos y tú, Jorge, fundarás, entero y recién nacido, la dinastía del fuego erguido y la alborada que nos viene, a nuestros pechos.
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