Por Rolando Pérez Betancourt - Fuente: Granma.
El 5 de mayo próximo se cumplen 200 años del nacimiento de Carlos Marx y ese director probado, que sin duda es el haitiano Raoul Peck, realizó en el año 2017 el filme alemán El joven Karl Marx, película a la que incluso aquellos que no simpatizan con el marxismo han tenido que reconocerle méritos artísticos y el rigor de los conceptos sobre los que se sostiene. El filme nos habla de dos jóvenes que no conocieron en carne propia la explotación despiadada del capitalismo de sus días –y por supuesto que el otro es Federico Engels– y, sin embargo, pusieron en marcha un movimiento que desbordó la política antagonista de su tiempo y ha inspirado las ansias emancipadoras de millones de personas en el mundo a lo largo de siglo y medio. Apuntes biográficos de unas vidas y de unos hechos que comienzan en 1843 y terminan en 1848 con la edición del Manifiesto Comunista, años en que Marx y Engels se conocen y solidifican una eterna amistad. El director Raoul Peck, adaptándose a las exigencias didácticas del biopic, demuestra que incluso en un género, la biografía, proveniente de una tradición literaria consolidada al servicio de la glorificación burguesa, allá en el siglo XVIII, se puede innovar y hacer más atractiva una narración cuya sustancia vital es el peso de las ideas. Un filme bien contado y con un convincente August Diehl como el joven Marx, una historia que no deben perderse aquellos que quieran saber cómo se forjó un texto clave del pensamiento político contemporáneo, que es como decir cómo se forjó el Manifiesto Comunista. El haitiano Raoul Peck se vio obligado a emigrar con su familia hacia el Congo luego de que la dictadura de Duvalier los amenazara de muerte. Estuvo muy ligado a la realidad africana y estudió cine en Berlín. Sus filmes, como Lumumba y No soy tu negro, documental este último sobre el racismo en Estados Unidos que estuvo nominado al Oscar del pasado año, ponen de manifiesto las preocupaciones políticas y sociales de este cineasta a quien –y la película lo deja muy claro– no le interesan las figuras de cera. De ahí que veremos a un joven Marx apasionado, buscapleitos, a ratos bebedor, un Marx con defectos, como le reprocha su esposa, por momentos autosuficiente, de carne y hueso y también desbordado de una energía juvenil canalizada bajo el imperativo de que la felicidad, el sentido de la vida, se concreta para él en un acto de resistencia y combate constante en contra de la injusticia social. Un filme para cualquier tipo de público, pero que mucho disfrutarán los estudiosos de la historia y del marxismo al presenciar las batallas dialécticas establecidas entre los dos jóvenes revolucionarios y otras figuras que solo comprendieron una parte de lo que debía ser la lucha por un nuevo mundo. Así veremos desfilar una galería de esos personajes en esta historia que, fiel a la realidad, le dedica un especial tratamiento a las mujeres que influyeron en la vida de Marx y Engels, y no solo en el aspecto amoroso, sino también aportando ideas. Excelentes momentos recreados, como cuando los jóvenes son presentados y el director concibe la escena como un choque de trenes, con un Marx irónico reprochándole al que sería su gran amigo los botones dorados que llevaba en la chaqueta el día en que se vieron por primera vez. De inicio, ambos enfrentan sus egos, luego ponen de manifiesto la admiración mutua, y finalmente terminan en una fiesta nocturna. A partir de entonces lucharán juntos contra la censura y las redadas policíacas, los disturbios y los motines que augurarán el robustecimiento del movimiento obrero, hasta ese momento desorganizado en no poca medida. Aunque la película tiene sus licencias de ficción como suele ser usual en cualquier biografía, históricamente resulta impecable, al tiempo que alimenta nuevos puntos de vistas en lo concerniente a este presente nuestro contaminado por muchas de las contradicciones predominantes entonces y perfectamente explicadas en El Capital, la obra cumbre para antes y para ahora, y no por gusto el director Raoul Peck concluye su filme con un dinámico montaje que hace alusión a la perenne vigencia del marxismo: primero veremos la histórica foto de Mary y Federico, de Jenny y de Karl Marx y al compás de No Direction Home, interpretado por Bob Dylan, un collage de fotos e imágenes que nos recuerdan lo que ha sido el mundo en estos últimos 60 o 70 años, una manera de decirnos que los dos jóvenes amigos siguen siendo tan actuales como cuando escribieron, hace ahora 170 años, que un fantasma estaba recorriendo el mundo.
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