Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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29 de mayo de 2014

Raúl Gálvez Cuéllar: 'el medio loco'.



Jorge Aliaga Cacho, Raúl Gálvez Cuéllar y Anselmo Plasencia en la Casa Mariátegui.

Por Jorge Aliaga Cacho

El mercado dominical Yerbabuena, ubicado en el departamento de Amazonas, entre Ubilón y Leimebamba, a tres horas de Chahapoyas, en la selva profunda peruana, le da nombre a la última novela de Raúl Gálvez Cuéllar, prolijo autor peruano nacido en Tacna.
La novela nos brinda entretenimiento con las pinceladas, hechas por el autor, de las actividades del mercado verde que, todos los fines de semana, se convierte en una feria regional de la más increíble variedad de productos, pues, en el Mercado Yerbabuena se puede conseguir y comprar desde una aguja de coser hasta un tractor hecho en la República Checa.
Aparecen en el cielo dos magníficas águilas que protagonizan una pelea para la recreación de los pobladores de Lopecancha que ven caer, en vértigo, al águila perdedora que aterriza y se convierte en el clímax del espectáculo gratuito. Luego el aguila perdedora, que es atendida en tierra, y curada de sus heridas, se convierte en el galán de las gallinas del pueblo y, consecuentemente, comienzan a nacer en el gallinero, polliáguilas que se convertirán, a su vez, en imbatibles galloáguilas.
La entretenida novela “Yerbabuena” de Gálvez Cuéllar describe la transformación de canes. Un perro, por ejemplo, llamado Solitario, se convierte en Duby, un hermoso dóberman de color negro. Éste hecho, como la transformación de águilas en ajisecos, o Caballeros Carmelos, durante sus incursiones amorosas con las gallinas, nos brinda elementos de mestizaje que se repiten en variados aspectos de la obra, pues, el mercado es un lugar de encuentro y de cruce general.
El héroe de la historia es un joven que trabajaba como telegrafista, en el Servicio Postal del Perú y, que entre otras cosas, se las había ingeniado para viajar como ´pavo´, encerrado en una valija, al mismísimo Egipto. Lamentablemente este desplazamiento llegó a su fin antes de ingresar al país africano, pues de la aduana misma, donde fue descubierto, fue regresado al Perú. De esta forma el joven telegrafista vio truncado su sueño de ver las ansiadas pirámides de Egipto.
La novela de Gálvez Cuéllar nos pinta hermosas cataratas y da cuenta de como una insólita embarcación de cuatro ruedas, que tenía como faros a sus propios ojos, lo transporta a través de ríos y montañas en un viaje de recuerdo e imaginación. Nuestro héroe que se presenta rompiendo espacios y tiempos aparece luego en una contienda de lucha libre, o 'catch as can', contra el demoledor luchador La Mole de los Andes. Este es un pasaje de cierto lazo quijotesco que nos recuerda al genio cervantino. Esta obra de Raúl Gálvez Cuellar tiene tanto de realidad como de ficción. Es una novela autobiográfica, con elementos ficticios pero también con fuertes elementos sobrenaturales. Prueba de lo último es la elevación de un pequeño auto con pasajeros, y todo, al claustro de un objeto volador no identificado. El OVNI retuvo a nuestro telegrafista por cincuenta y siete horas exactas. La novela nos relata también el accidente, ocurrido con el pequeño auto Hillman que ve aterrizar una pierna en su parabrisas, luego de haber impactado éste con una bicicleta y su ciclista. Relatos como éste, o como el del avestruz que bota fuego, son elementos mágicos que inscriben a esta novela en lo real maravilloso.  Raúl Gálvez Cuéllar firmó, junto a otros escritores, un documento apoyando la paz y autodeterminación de los pueblos. Entre los firmantes estaban: Washington Delgado, Reynaldo Naranjo, Manuel Scorza, Alberto Ureta, Juan José Vega, Abelardo Oquendo entre otros que sumaban, ‘cien patíbiris’, amigos de la pluma. Este hecho, que es real y no ficticio, está registrado en la novela “Yerbabuena” escrita por el insigne tacneño.
Estamos en el punto cuando el personaje de la novela llega a Cajamarca. Allí alquila una habitación con piso de tierra y dos puertas que se trancaban con troncos de eucaliptos. En la habitación brillan con lujo de detalle: un palanganero, una jofaina, y una jarra de agua. El símbolo del agua está presente en Cajamarca. Una Cajamarca sin agua, como la que amenaza a convertirse en el presente, dicha región, producto de la voracidad en la explotación de nuestros recursos por parte de las empresas mineras. Una Cajamarca sin luz eléctrica ni fósforos. Pero, en una lectura metafórica, Gálvez Cuéllar nos presenta una Cajamarca en Carnavales, la alegría de un pueblo, posiblemente símbolo de sus luchas por cambiar la realidad en medio de la demencia establecida. El realismo mágico vuelve a presentarse en la novela cuando irrumpe en sus páginas el mismo Atahualpa, el famoso Inca de los baños termales, que, con dos gotas de agua helada, despabila a nuestro telegrafista. Luego devino el juego de agua, resbalones y charcos. La imaginación y la realidad nuevamente se hacen presente. La imaginación le hace ver a nuestro personaje “El Oro de Atahualpa” al que se refiere Jorge Rendón en su obra del mismo nombre: oro, plata, brazaletes, pendientes máscaras, oro macizo. Luego vuelve a la realidad cuando comprueba la presencia de un ratón ahogado. De allí nacerían las conocidas palabras de Gálvez Cuéllar: “Un pericote me hizo escritor”.
Un 6 de julio, Calixto, que era el nombre del telegrafista, convertido en profesor de aula, celebraba el día del maestro con una dama recién conocida. En esta ocasión, al igual que en la transformación ocurrida con el can solitario que se convirtiera en el perro Duby, o la del águila convertida en ajiseco o Caballero Carmelo, Calixto, de la misma manera, se transforma en un endemoniado bailarín que, en su rítmica locura, llama la atención de las autoridades educativas, quienes impresionados por la ´performance’, le ofrecen al maestro una plaza como profesor de baile. La historia es para leerla con gran divertimento. Raúl Gálvez Cuéllar aporta un juego de orden estético a la literatura peruana con definidos elementos humanistas. Su mensaje político se deja expresar en la página 59 de la obra cuando nos advierte: “Si las aves carroñeras/encontraran el cadáver de un congresista/ a los primeros picotazos de las aves/ éstas caerían fulminadas/ por el veneno de la política”.
La obra de Raúl Gálvez Cuéllar rescata el léxico popular para elevarlo a un registro cómico y respetuoso de la calidad lingüística, le brinda un espacio estético que propicia el ´Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacía él’ que nos propondría nuestro hermano mayor y universal, César Vallejo. Por estas y otras consideraciones me cabe recomendar la lectura de esta pequeña gran novela que estoy seguro será del deleite del público lector en general. Por mi parte considero que “Yerbabuena” nos propone una escala de valores que está allí, a nuestra disposición, para rescatarla, comprenderla y hacerla parte de nuestra locura parcial porque como dijo, o se le atribuye a Leoncio Bueno: ‘no son los locos, ni los normales, los que cambiarán el mundo', sino como en este caso, los medio-locos como nuestro muy apreciado ex juez, abogado, profesor, telegrafista, campeón del tiro al sapo y pasajero de nave extraterrestre, nuestro excelso escritor Raúl Gálvez Cuéllar que es un gran personaje de la literatura peruana.

Jorge Aliaga, Raúl Gálvez, Anselmo Plasencia, Juan Benavente. 

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