Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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7 de noviembre de 2013

Javier Alfredo Amado del Pozo

Javier Alfredo Amado del Pozo
VI Encuentro Internacional de Escritores en Tarija, Bolivia (11 al 16 de noviembre 2013). Será en homenaje al escritor y poeta peruano Alfredo Amado del Pozo

EL POETA AMADO: ENTRE EL AMOR Y LA MUERTE
VALORACIÓN CRÍTICA DE LA PRODUCCIÓN LITERARIA DE ALFREDO AMADO DEL POZO

Por Samuel Cavero
Entre el Amor y la Muerte :
Javier Alfredo Amado del Pozo es un poeta y narrador singular, atípico, muy carismático, nacido en Perú pero con muchos años de residencia en Bolivia, cuya producción poética y narrativa tiene hoy una enorme recepción y aceptación por la crítica oficial en Latinoamérica. Y su fama de gran poeta, de excelso declamador ha rebasado fronteras. Ha asistido a importantes Congresos y Encuentros Internacionales. Se le conoce mucho y se lee sus libros buscando los lectores no solo gozar de la poesía, sino lo que falta mucho en la actual poesía latinoamericana: encontrar respuestas a tantos dilemas, al desamor, a la muerte, al vicio de la carne y golpes que nos da la vida.
La primera pregunta que todos debemos hacernos es porqué en especial los poemas de Amado, un ciudadano Limeño (nuestro mejor Embajador de la Cultura en Bolivia) atrae en primera al gran público. Hay sin duda gran carisma personal, dotes de excelso declamador y pedagogo. Pero además porqué sus poemas calan hondo, remueven conciencias, sacuden a los amantes, gustan tanto, llegan a la conciencia de todos los públicos y se leen con devoción en Bolivia y otros países.
Pienso que Amado quizá se equivocó de profesión al estudiar Ciencias Económicas en la Universidad Federico Villareal en Perú. Dejó su amada patria, familia, amores, sueños y querencias para rehacer su destino. Pues antes que economista es un humanista nato, un reformador de conciencias fungiendo de publicista, un ser con múltiples cualidades espirituales de una poesía muy interesante, novedosa, nada pastiche, la misma que hace lección y carne de sus defectos, y los de otros, para ejemplarizar lo que es la Vida.
La segunda precisión valorativa es el sentimiento y la dolorosa carga de verdades que hay en sus poemas. El amor, por ejemplo, en la poesía de Javier Alfredo Amado del Pozo se representa como el centro del Universo, el núcleo de la unidad, el principio de la regeneración y de la vida, una fuerza cósmica que lo aglutina todo, pero que se sacude desde dentro mismo para mostrarnos que todos los seres humanos hacemos crisis, crisis amorosas, crisis existenciales, crisis de valores. De allí que el título que aglutina su vasta producción poética sea como un derrotero a seguir por el lector. Alfredo Amado es autor de Inspiración (1963); Camino de Sueños (1975 y2008), Crisis de Conjunto (2008). Lo último y Recordando el Ayer, 2 Tomos (2011).
En la poesía de Amado la idealización del amor y del ser amado, ambos asociados a otros grandes temas literarios como el tiempo, la finitud, la muerte, la trascendencia, el ansia humana de infinito y trascendencia, la búsqueda de la unidad del ser, el anhelo de felicidad y plenitud, la experiencia de la soledad, el dolor, el sufrimiento por la imposibilidad, la ausencia, la separación del ser amado, son tópicos de un corpus poéticos que están muy presentes. Y esa es la razón por lo que llega tanto a la espiritualidad del lector contemporáneo, en especial joven idealista, de la muchacha ilusionada y enamorada, al colegial loco y casquivanos, que siempre hace crisis de conjunto para aprender de sus propios errores. En fin, Amado (amando la poesía, amando la vida), nos presenta toda la gama de aspectos y dimensiones de la interioridad que se desatan y fluyen a influjos del sentimiento amoroso.
Amor, tiempo, muerte: la transitoriedad del amor, asociada a lo efímero de la vida, y la eternidad del amor, la fuerza que logra vencer incluso la muerte, están muy presentes.
Para el poeta Alfredo Amado toda mujer es un misterio por resolver, pero ninguna mujer le oculta nada a un amor verdadero. Removiendo lo que yace debajo y haciendo emerger el espumoso deleite del amor, surge como abrojos su cálida poesía.
Cuando uno lee a Alfredo se imagina urdiendo en él la leyenda del seductor disoluto que lleva el nombre de “Don Juan”. Recordemos, don Juan Tenorio tras la muerte de su padre regresó a Provenza e hizo los votos eclesiásticos menores. El 6 de abril de 1327, viernes santo, vio por primera vez a Laura, la mujer que idealizaría en sus poemas. Amado también hace sus propios votos viajando, emigrando, logrando éxitos, asumiendo seriamente el oficio de poeta, idealiza a su amada esposa fallecida. Y a la mujer.
No quiero decir (o más bien sugerir) que Amado: como el don Juan (o acaso sí) sea como el don Juan, un burlador o libertino. Si hablamos del poeta peruano-boliviano se trata en esencia de un seductor valiente y osado hasta la temeridad, que no respeta ninguna ley divina o humana. A don Juan, la tradición literaria lo relaciona con la figura de Miguel de Mañara, un gran pecador arrepentido de la Sevilla del siglo XVII. Alfredo Amado del Pozo también lo es, en esencia para castigar como poeta culpas suyas y ajenas. No necesita de Tirso de Molina. Y aún asì, como Tirso, como el don Juan, tiene su convidado de piedra y muchos dolores ejemplarizadores que rezuma una cosecha de uvas en hermosa poesía. Poesía vital. Poesía humana. Poesía castigadora. Poesía para expiar culpas.
Quizá ahora sí debamos hacer literatura comparada y hurgar en la literatura boliviana y latinoamericana algunos precedentes importantes. Edmundo Camargo, Del tiempo de la muerte (1969), editado póstumamente, se ha convertido en referencia ineludible en la actual poesía boliviana que lo emparenta por la temática. La problemática de los cuerpos, de los cuerpos que todavía 'dicen' mientras se disuelven debajo de la tierra, habría sido su obsesión y desafío en Eduardo Camargo. Alfredo Amado se hace así un digno espacio, con su novedosa creación poética, junto a otros poetas destacados de la poesía boliviana, como Pedro Shimose, Humberto Quino, Jorge Campero, German Montatio, entre otros.

El erotismo y la muerte en Alfredo Amado del Pozo:
Otro caso interesante es la escritura poética de Armando Uribe Arce en la tradición literaria chilena del siglo XX, especialmente en la línea de escritura figurativa sobre la muerte. Como en Alfredo Amado la poesía de Uribe Arce es leída como transgresión poética en tanto propone acercarse al lector joven y al crudo oficio del sexo y del desamor tal como es, en realidad, sin tapujos, sin miramientos, y por eso su gran aceptación y celebración por lo enfático de este lenguaje creado. En este sentido, la poesía de Uribe Arce se emparenta con la de Alfredo Amado: reescribe, a través de distintas variantes, la tradición de los encuentros entre el poeta y la muerte. Por último, se describe la figura del autor como sujeto ético que se construye a sí mismo a partir de la relación que establece con la muerte en su obra.
Otro precedente interesante lo podemos hallar en España. Francisco de Quevedo, como el poeta Amado, de hace siglos atrás abierta y sin tapujos léxicos, en pleno Siglo de Oro español, para referirse al amor sexual. En Quevedo encontramos también el desenfado erótico
Y si del tema de la muerte y la amada mujer se trata tenemos ilustres precedentes en Dante Alighieri hacia su amada Beatriz
Ejemplo:
Ve claramente toda salud
quien a mi dama entre las damas mira;
las que con ella van se ven obligadas
de agradecer a Dios tan bella gracia.
Un precedente contemporáneo es el caso del poeta chileno Gonzalo Rojas. Hilda, su mujer, a la que visiblemente adoraba y quién sabe la única amada más allá de lo meramente "erótico" o sensual es un referente comparativo con la mujer amada, valga la hermosa metáfora del apellido: Amado.
Así como hay recurrencias por el irreparable dolor causado por su esposa en Alfredo Amado, sucede algo parecido en Rojas. En todas las ediciones y antologías de su poesía intitulada "Asma es amor" hallamos la dedicatoria A Hilda, mi centaura, nos dice Rojas. En alusión a su esposa fallecida.

Pero hay también otros notables referentes. Por ejemplo: La amada inmóvil, que dio el gran poeta mexicano Amado Nervo a un poemario que escribió y publicó tras la muerte de su esposa a la que idolatraba, lo mismo que Alfredo Amado a la suya; y ya que estamos en el plano de las analogías debemos recordar también un excelente poemario del poeta francés contemporáneo Yves Bonnefoy, que ha cantado igualmente a la amada muerta; nos recuerda la poesía a lo Divino, los versos de San Juan de la Cruz referidos a la búsqueda de Dios y a la unión con Dios y que aquí el poeta refiere a la mujer y a la búsqueda o unión con la mujer; unión que lo emparenta con lo mejor de la tradición poética literaria universal.
La tradición de los encuentros entre el poeta y la muerte testimonia, pues, con múltiples variantes la relación profunda entre poesía y muerte en la literatura latinoamericana, como en Vallejo, Mistral, Neruda, Lorca, Huidobro, Parra, Lihn, a la que hoy, al igual que a Alfredo Amado, notable cultor de la poesía, excelso declamador, rendimos con justicia tributo y homenaje en vida. El VI Encuentro Internacional de Escritores de Tarija, 2013, bajo la excelente conducción del escritor boliviano René Aguilera, Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Tarija.


Escribir para morir. Morir para escribir. Hay un lugar físico donde el autor hace posible su propia-muerte. Su propia redención. Es el libro que deviene en espacio mortal, lugar de proximidad inmediata con la muerte; tumba y epitafio, pero también memoria, huella y relación de la tarea humanizadora, se desciende así al inframundo de la muerte del otro en un trance escatológico que recuerda el paseo de Dante Alighieri en la Divina Comedia o del mismo Orfeo en el Hades. El protagonista de ese tránsito se percata de su “imposibilidad de morir” como otra forma anticipada de muerte.
La poesía deviene así elegía y epitafio del sujeto actante, voz del muerto desde la tumba, interrogación al dios callado desde el incómodo lugar que llamamos muerte: “Sigo solo. Muerto/ Con esta muerte que lacera el alma./ Con esta muerte que llora / en silencio su desconsuelo./ Con esta muerte que no me dice nada…” (Crisis de Conjunto, Poema: Este Corazón que ya no habla, Pág.120).
La muerte-propia está ahí, inevitablemente posible en toda la producción poética de Crisis de Conjunto y en Camino de Sueños, donde por ejemplo hay reveladores poemas como: Palabras a mi madre; Ironía, Plegaria para la hija muerta; A la agonía de mi padre, Canción para la hija que no conocí, entre otros. En estos poemas autobiográficos el doloroso pasado está muy presente como una carga que el poeta debe llevar a cuestas y expiar culpas, dolores, remordimientos. El sujeto poético mira la muerte reveladora del otro, sucedida de manera especial en el cuerpo, y no el alma metafísica de la amada…y de los seres queridos idos, llevados por la muerte. Poetizar es, como nos dice Amado:
El dolor de estar en soledad
En esta fría sepultura.

El tema de la muerte a manera de una obsesión en el narrador omnisciente está igualmente presente en la vertiente de narrador de Alfredo Amado. En su libro de cuentos Fracturas cerebrales, con reminiscencias a sucesos biográficos y sociales ocurridos en el Perú, no dejan de estar presentes. Pero con esa carga de dolor, por la muerte. Allí están los cuentos del libro Fracturas Cerebrales y Sergio, su personaje, con: A la muerte de mi padre; Ante del cadáver de mi padre; Antesala de la muerte; También: a manera de recreación fabuladora de un hecho que realmente ocurrió en las tristes páginas policiales del Perú. Y su cuento lo dice todo, hay un juzgamiento equivocado de la sociedad y las leyes con pena de muerte: El monstruo de Armendáriz.
Volvamos a su poesía, que es lo que mejor lo eterniza y espiritualiza. Morir, sí, es sufrimiento, pero es redención espiritual. Porque acaso “se fracturó mi vida en pedazos/ y sólo quedan las partes quebradas/ de mi dolida existencia”, nos dice Alfredo en su poema “Se fracturó mi Vida”. Morir siendo fiel a uno mismo, pero también morir siendo fiel a la muerte. Entonces debemos preguntarnos: “¿Cómo hacer para morir sin traicionar esa alta potencia de la muerte? Doble tarea: morir de una muerte que no me traicione a mí mismo; morir yo mismo sin traicionar la verdad y la esencia de la muerte” (Blanchot, 2000: 118-119).
Memoria anticipada de una desaparición que explica, precisamente, la insistencia del poeta en vincular al sujeto de la enunciación con el nombre del autor, invitándonos así al acontecimiento poético. Celebremos por todo ello y por los exitosos Encuentros Internacionales de Tarija todo el esplendor de su valiosa creación, su lúcida imaginación, su manera peculiar (honesta y sincera) del narrador y poeta Javier Alfredo Amado del Pozo para hacerse grande dentro de la Literatura Latinoamericana.

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