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Para la independencia política de
nuestra patria se crearon héroes nacionales, surgieron y se perfilaron los
rostros de los hombres que habían forjado la emancipación, pero ninguna mujer
mereció tal reconocimiento; la figura femenina como sujeto histórico constituye
un hecho reciente. Hasta entonces las mujeres habían aparecido en la
historiografía como compañeras o amantes, también en calidad de mujeres
excepcionales. La búsqueda de su participación, así como la construcción de las
mujeres como heroínas y patriotas, significa darle una mayor coherencia a
nuestra historia.
María Gregoria, esposa del dirigente Francisco Inca, participó en el levantamiento de Huarochiri en 1750, teniendo una destacada intervención.
María Gregoria, esposa del dirigente Francisco Inca, participó en el levantamiento de Huarochiri en 1750, teniendo una destacada intervención.
Micaela Bastidas resulta sorprendente que aunque los testimonios existentes confirman que el movimiento fue co-liderado por Túpac Amaru y Micaela Bastidas, la historia oficial continúe presentándola como una simple colaboradora. A través de numerosos documentos queda demostrado que perteneció a la Junta Revolucionaria, y cumplió funciones militares y políticas en el gobierno de Tungasuca.
María Trinidad Enríquez se convirtió en la primera mujer que estudió en una universidad - en San Antonio Abad del Cusco - aunque para ello tuvo que contar con una resolución suprema para rendir los exámenes correspondientes Fundó la Sociedad de Artesanos del Cusco y, editó “La voz del Cusco”. Fue una “mujer excepcionalmente talentosa y dotada de una energía extraordinaria, se sobrepuso a su época, y una vez terminados sus estudios en la Facultad de Letras, ingresó a la Facultad de Jurisprudencia, donde ocupó siempre el primer lugar”. También fundó un colegio de enseñanza femenina en el que por primera vez se dictaron cursos de matemáticas, derecho, filosofía y lógica.
Rosa Campusano, en los años previos a la independencia, tuvo que huir por haber osado cantar el Himno Nacional.
Melchora Balandra sufrió castigos y persecución por ser la madre del mártir José Olaya
Catalina Fernández de Giraldino, Narcisa Iturregui y Catalina Agueri, participaron en la gesta libertadora en tareas difíciles y de particular cuidado. En reconocimiento a esta abnegada labor, San Martín autorizó el uso de la Banda de Honor Blanca y Roja como galardón, ellas fueron las primeras en recibir el título honorífico de Caballeras de la Orden del Sol.
Clorinda Matto de Turner, Mercedes Cabello de Carbonera, María Nieves y Bustamante, Carolina Freire de Jaimes, Carmen Potts, Teresa González de Fanning, y Elvira García y García reconocidas escritoras, educadoras, difundieron las ideas de libertad e igualdad, debatieron los problemas de la época, lograron ser escuchadas en el contexto del discurso de la época dominado por los hombres.
Angelita Carbonell de Herencia Zevallos, fundó “La Alborada”, semanario literario que congregó a periodistas y escritoras de la talla de Juana Manuela Gorriti, Rosa Mercedes Riglos y Juana Rosa Amézaga. Mientras que “El Álbum. Revista semanal para el bello sexo”, fundada por Juana Manuela Gorriti y Carolina Freire de Jaimes, tuvo entre sus colaboradoras a Juana Manuela Lazo de Elespuru, Manuela Villarán de Plascencia, Manuela Márquez, Lastenia Larriva de Llona, Leonor Sauri, y otras.
Olga Ghohmann de Basadre, tacneña, durante la Guerra del Pacifico organizan asociaciones patrióticas en las que confeccionan banderas peruanas con las que embanderan la cautiva Tacna.
Cristina Vildoso, tacneña, participan en la división de propaganda para el plebiscito, repartiendo manifiestos, consignas y llevando la bandera peruana en alto ante la mirada atónita de las autoridades militares chilenas.
Las Rabonas, las mujeres que acompañaron a sus maridos, padres y hermanos en largas y fatigosas marchas, se las llamó peyorativamente -rabonas- porque caminaban al final de la tropa. Constituyen apenas un dato en las crónicas de la contienda; se ignora la cantidad que eran y cuántas murieron en los enfrentamientos. Se desconoce el destino que corrieron en las batallas perdidas. Marchaban llevando las mochilas y utensilios de cocina, y a veces, además, un niño a cuestas. Estas heroínas anónimas, no recibían ración: se alimentaban con la parte asignada a sus familiares. Ellas levantaban los campamentos, adelantándose tres o cuatro horas a las marchas, cuidaban el agua en los arenales, cocinaban la diaria ración alimenticia, atendían a los heridos, enterraban a los muertos y, cuando era necesario, empuñaban las armas en defensa de los suyos y de la patria.
Antonia Moreno, durante la resistencia, cuando Andrés A. Cáceres emprendió la “Campaña de la Breña”, las mujeres participaron activamente. El general Cáceres destaca la férrea personalidad de Antonia Moreno, su esposa, que lo acompañó durante la mayor parte de la Campaña con sus hijas Zoila Aurora, Rosa Amelia y Lucila Hortensia.
María Olinda Reyes, los dirigentes de la insurrección fueron los montoneros, entre los que hubo algunas mujeres, como, llamada “Marta, La Cantinera”, porque de adolescente había trabajado en una cantina. Entró a Lima por la hacienda San Borja y fue herida al tomar la pieza de artillería que le quitó al coronel Ugarte. Después de la toma de la Torre de Santo Domingo, fue ascendida a capitana.
Francisca Zubiaga Bernales, la Mariscala, el coronel Agustín Gamarra enamorado de la fuerza vital y su belleza se casó con ella. Es a partir de que conoce a Bolívar con la misma pasión que quiso ser monja, aprendió a manejar la pistola, el florete, y equitación. Su inteligencia y audacia pronto la convirtieron en el brazo derecho de su marido.
Abraham Valdelomar dice que vigilaba el aprovisionamiento y la alimentación de los soldados, impartía órdenes, y recibía informaciones. Era la primera en la labor y la última en el descanso. Sánchez de Velasco relata que dirigió en pleno invierno un destacamento que se apoderó de la plaza de Paria, y que no sólo participaba en operaciones militares, sino que asistía, en compañía de Gamarra, a las reuniones políticas con jefes bolivianos.
Se la empezó a llamar “La Mariscala”, porque su capacidad de mando y decisión fue mayor, en más de una oportunidad, que la del propio Presidente Mariscal Agustín Gamarra.
Atacada y criticada con severidad y odio, La Mariscala tuvo que soportar todas las calificaciones, desde “marimacho” hasta “mujer fácil” por los numerosos amantes que le adjudicaron. Un día que visitaba las prisiones militares, distinguió a un coronel que se jactaba de haber sido su amante. “Enseguida se lanzó sobre él, le arrancó la charretera, le cruzó el rostro a latigazos y le dio tan rudo empellón que fue a caer entre las patas de su caballo. Es así -exclamó ella con voz retumbante- como corregiré yo misma a los insolentes que se atreven a calumniar a la Presidenta de la República”.
Durante los años de gobierno de Gamarra estallaron catorce levantamientos, hasta que fue vencido y huyó a La Paz. Impedida de acompañar a Gamarra, Francisca Zubiaga tuvo que viajar a Islay disfrazada de clérigo. Fue apresada y exilada a Chile donde murió el 5 de mayo de 1835, a la edad de 32 años.
Manuela Sáenz, La Libertadora defensora de la independencia del Perú, participó en la conspiración contra el poder español y defendió el ideario de Bolívar con pasión y entrega. Por ello, fue perseguida, apresada y exilada. A la muerte de Bolívar, se trasladó a Bogotá donde manifestó públicamente su adhesión a los ideales bolivarianos. Fue expulsada por el gobierno, sus bienes fueron confiscados en Colombia. Desde esa fecha vivió en Paita, hasta su muerte.
Miguelina Acosta Cárdenas y Dora Mayer, son pioneras de la vertiente sindical femenina representada por quienes dirigieron el diario “La Crítica”.
Durante la huelga de los sindicatos textiles, se advierte una mayor participación de las mujeres en tareas de abastecimiento y sostenimiento de la huelga. Pero es en la huelga general de jornaleros de Huara y Sayán cuando pasaron a la acción. La medida sindical tuvo como objetivo principal la jornada por las ocho horas y mejoras salariales. Luego de cuatro días de negociación llegaron a un acuerdo con los hacendados: 50% de aumento salarial y la jornada de ocho horas. Pocos días después, los jornaleros se enteraron que el convenio no era válido, pues ningún hacendado lo había firmado.
Los jornaleros iniciaron otra huelga. Esta vez se prolongó durante dieciocho días en los cuales paralizaron la ciudad, y se implantó el estado de sitio y la ley marcial. Inicialmente las mujeres apoyaron la huelga, sin que esto significara que se organizaran en torno a sus propias reivindicaciones; “eran vendedoras de mercado, al mismo tiempo que amas de casa, agricultoras, pastoras, pero sus protestas no comprometían sus condiciones de vida y de trabajo”.
Irene Salvador y Manuela Chaflajo, los soldados de caballería salieron a las calles con la intención de sofocar la huelga, las mujeres decidieron suspender las ventas en el mercado en señal de protesta provocando con ello una situación difícil. Se produjo un cruento enfrentamiento entre soldados y trabajadores, en el que murieron, Irene Salvador y Manuela Chaflajo mártires de la jornada de las ocho horas.
Zoila Aurora Cáceres, propuso la realización de un mitin de mujeres, en el discurso se destacó el hecho trascendental de que tanto hombres como mujeres obreros se unieran en el terreno de la lucha sindical, pero ningún documento de la época registra las demandas de las obreras.
En 1924, cuando Zoila Aurora Cáceres fundó Feminismo Peruano, e implementó una campaña por el sufragio femenino de acuerdo con su Declaración de Principios que proclamaba el derecho de la mujer al voto político y a la igualdad jurídica, este hecho no tuvo ninguna repercusión.
María Jesús Alvarado, fundó Evolución Femenina, que orientó sus acciones a lograr la incorporación de la mujer al trabajo, y conseguir la igualdad jurídica. Evolución Femenina abrió con tenaz persistencia el debate en torno a la emancipación de la mujer, el derecho al sufragio, la educación y el acceso a cargos públicos.
Con el propósito de capacitar a las mujeres, creó la Escuela-Taller Moral y Trabajo, porque las mujeres de sectores populares se prostituían, debido al abandono, a la falta de educación, y oportunidad laboral. Posteriormente, Evolución Femenina impulso la creación de la Escuela de Enfermeras, y realizó una importante tarea tendiente a lograr la participación de las mujeres en las Sociedades de Beneficencia Pública, “aspiración que nadie podía impugnar pues estas funciones no estaban reñidas con las aptitudes y condiciones femeninas”.
Con este fin retomó la iniciativa que, en 1913, los diputados José Balta y Samuel Payán habían presentado a la Cámara de Diputados. Se trataba de un proyecto de ley que posibilitaba la incorporación de la mujer al trabajo en las Sociedades de Beneficencia Pública; pero por mayoría los “Padres de la Patria” le negaron a las mujeres un derecho que ya existía en varios países. A lo largo de dos años y a través de charlas, conferencias, artículos y memoriales, Evolución Femenina prosiguió una tenaz lucha con este objetivo porque, como sostuvo María Jesús Alvarado, “no existe en el Perú, razón alguna para continuar manteniendo a la mujer rezagada a las últimas filas, olvidada y humillada, excluida de los cargos públicos, privando así inconsultamente a la sociedad de su benéfico concurso; es tiempo ya e imperiosa la necesidad de llamarla a colaborar en la actividad nacional”.
No eran tiempos fáciles para el desarrollo de estas ideas. Las primeras feministas fueron tildadas de locas, y María Jesús Alvarado vivió once años deportada en Argentina por el presidente Leguía.
Ángela Ramos, periodista y escritora, colaboró en Amauta y en otras revistas de entonces. Hizo campaña por los presos comunes, denunció las cárceles de las que jamás ha salido un hombre rehabilitado y luchó contra la Ley de la Vagancia.
Magda Portal, no solo fue una gran poetisa, cuando en 1927, la policía “descubrió” un complot para derrocar al dictador Leguía, muchos intelectuales, fueron apresados y deportados. Entre éstos, figuraba Magda Portal, quien participó en México en la fundación de la primera célula de la Alianza Popular Revolucionaria Americana que, en 1928 se convirtió en el Partido Aprista. Magda Portal y Carmen Rosa Rivadeneira, miembros del primer Comité Ejecutivo Nacional del APRA, asumieron la tarea de organizar la sección femenina del Partido Aprista.
En 1946, Magda Portal presidió la Primera Convención de Mujeres. Dos años después, renunció durante el Segundo Congreso Aprista porque “las conclusiones del Congreso contenían este enunciado: Las mujeres no son miembros activos del Partido
Aprista porque no son ciudadanas en ejercicio. Me levanté y pedí la palabra. Haya dio un golpe en la mesa y dijo: No hay nada en cuestión. Insistí con energía que quería hablar y él volvió a repetir lo mismo. Ante esto, me levanté con un grupo de mujeres y dije en voz alta: ¡Esto es fascismo! Después me eligieron Segunda Secretaria General de Partido, pero me quitaron la dirección del Comando de Mujeres. No volví nunca más al Partido. Fueron veinte años de intensa actividad política que me enseñaron mucho y de los cuales no me arrepiento”.
En este movimiento de mujeres figuran otras que nunca publicaron un libro, un artículo, o un poema, pero que constituyen el destacamento anónimo de mujeres del pueblo, como Teófila Alvirena de Casas. Mujer de condición humilde, como ella misma lo dice: “en mi tiempo las mujeres pobres sólo podíamos ser lavanderas o cocineras”, fue militante aprista.
Alicia del Prado fue encarcelada en 1933, acusada de proselitismo político y de ser militante del Partido Comunista; al salir de la prisión tres años después, fundó Acción Femenina, organización orientada a la formación y educación política de las mujeres militantes de ese partido, con el fin de capacitarlas para acceder a cargos de dirección.
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