Por José Luis Grados
Hay cuerpos que se cubrieron
de cal, en vez de rosas blancas.
Algunos de ellos perdieron sus nombres,
sus libros y hasta las manos.
Cuerpos incompletos, con marcas verdes,
se extienden en la mesa de cemento.
Fueron enterrados y desenterrados
varias veces: nadie habló por ellos.
¡Pobres madres! que dejaron sus tranquilos años,
por buscar a sus hijos en la sombra,
y solo encontraron huesos negruzcos.
“Un hueso para mí, por favor”
parecen decir con caras de esperanza.
Caminaron tanto, tanto
hasta gastar los últimos zapatos de mayo.
Sus cabellos castaños se volvieron
blancos por el polvo de la injusticia.
Hay diez madres perseverantes
que no volverán a cocinar
para sus hijos.
Ellos partieron en la madrugada,
algunos volvieron en cajones de niño.
Y los otros ¿cuándo retornarán?
No hay comentarios:
Publicar un comentario