Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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6 de abril de 2025

Historia que se relaciona con una de las ciudades de al-Andalus conquistadas por Táriq ibn Ziyad


Las Mil y una Noches

Un bellísimo nanojo de tradiciones orientales narradas con la magia de los clásicos eternos.

El deslumbramiento del lector no tendrá límites ante las maravillosas páginas de Las Mil y una Noches. Una auténtica joya de irresistible fascinación.

Ediciones Cultura Peruana


(Noche 271) ...Me han dicho, rey feliz, que en el reino de los cristianos hay una ciudad llamada Toledo y que en ella se encuentra un palacio siempre cerrado. Cada vez que moría un rey cristiano y le sucedía otro, éste ponía en la puerta un candado resistente. De este modo llegaron a haber en aquella puerta veinticuatro candados, uno por rey. Llegó un momento en que reinó en el país un hombre que no pertenecía a la dinastía anterior y quiso abrir y quiso abrir los candados para ver lo que contenía el palacio. Los grandes señores del reino le aconsejaron que no lo hiciera y trataron de disuadirle, pero él no quiso escucharles y dijo:


-No tengo más remedio que abrir este palacio.


Los cortesanos le ofrecieron las más preciosas riquezas y los tesoros que poseían si no lo abria, pero él no dio su brazo a torcer.


Shahrazad se dio cuenta de que habia llegado la aurora.


(Noche 272)... Acto seguido rompió los candados, abrió la puerta y encontró unas pinturas que representaban a los árabes, montados en caballos y camellos, tocados con turbantes con una estola que colgaba, con espadas al cin-to y largas lanzas en la mano. Encontró también un libro. Lo abrió, se puso a leerlo y descubrió que en él estaba escrito lo siguiente: "Si se abre esta puerta, un pueblo árabe dominará este país. Su aspecto es semejante al de estas pinturas. ¡Cuidado! ¡Tened cuidado y no la abrais!".


Aquella ciudad se encontraba en al-Andalus. Aquel mismo año la conquistó Táriq ibn Ziyad, siendo califa al-Walid ibn Abd al-Málik, uno de los Omeyas. Aquel rey tuvo la más horrible de las muertes. Táriq se apoderó del país por la fuerza, hizo prisionero a mujeres y niños, obtuvo ganado y riquezas y descubrió inmensos tesoros, entre los que había más de ciento setenta coronas de perlas y jacintos. Encontró también piedras preciosas, un salón tan grande que en él se hubieran podido celebrar torneos, utensilios de oro y plata imposibles de describir, la mesa que fue propiedad del profeta de Dios Salomón, hijo de David-la paz sobre ellos dos-, que, según se dice, era de esmeraldas verdes y que se ha conservado hasta ahora en la ciudad de Roma. Sus vasos eran de oro y sus platos de crisolita y piedras preciosas. Sobre ellas encontró el Salterio, escrito con caracteres griegos sobre páginas de oro incrustadas con gemas. Encontró también un libro de oro y plata en el que se indicaban los usos de las piedras nobles, las ciudades, los pueblos, los talismanes y la alquimia. Descubrió otro libro que describía el arte de la joyería para trabajar

con jacintos y otras piedras, la manera de preparar venenos y tríacas, la forma de la tierra, de los mares, los países y las minas. Encontró una gran sala llena del elixir con un dirhem del cual se podían transmutar mil dirhemes de plata en oro puro: en ella había un enorme espejo redondo y maravilloso, fabricado con una aleación de metales, para el profeta de Dios Salomón, hijo de David -sobre ambos la paz-, y que la virtud de que si alguien lo miraba podía ver con sus propios ojos los siete climas de la tierra. Encontró también una sala que contenía unos jacintos de Bahramán que son indescriptibles. Todo eso se lo llevó a al-Walid ibn Abd al-Málik, y los árabes se dispersaron por las ciu-dades de aquel país, que es uno de los mayores del mundo.