Sociólogo - Escritor

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"La Casa de la Magdalena" (1977), "Essays of Resistance" (1991), "El destino de Norte América", de José Carlos Mariátegui. En narrativa ha escrito la novela "Secreto de desamor", Rentería Editores, Lima 2007, "Mufida, La angolesa", Altazor Editores, Lima, 2011; "Mujeres malas Mujeres buenas", (2013) vicio perfecto vicio perpetuo, poesía. Algunos ensayos, notas periodísticas y cuentos del autor aparecen en diversos medios virtuales.
Jorge Aliaga es peruano-escocés y vive entre el Perú y Escocia.
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29 de noviembre de 2013

Bicameralidad


El Congreso no sirve para nada.
No sé porqué no lo cierran.
Oyente de RPP responde sobre el tema de la bicameralidad.

Raúl Wiener
POLITIKA Analista

En los años 80, el Perú asistió a una profunda crisis del sistema político. Los partidos que ocuparon la escena después del fin del régimen militar enfrentaron una suma de crisis que parecían imposibles de resolver en el marco de un juego democrático en el cual las distintas fuerzas pugnaban por el poder.
Para muchos, la idea fue que a ninguno de los actores políticos les interesaba los problemas de los peruanos y que la razón de sus enfrentamientos era controlar los recursos del Estado. Que el gobierno de Alan García fuera señalado como corrupto cuando el país pasaba las peores penurias marcó un punto de profunda ruptura del país con su llamada clase política.

Es fácil entender desde esa perspectiva el “voto a la mala”, a través del cual una fracción importante de los electores se desinstitucionaliza y despartidariza votando por aquel que expresa de la manera más directa y elemental su descontento.

Fujimori fue el primer representante de la desinstitucionalización pero a la vez el arquitecto de una nueva institucionalidad autoritaria, vaciada de ideas y de sueños, que se presentaba como eficiente, por dura e inescrupulosa, a la que la bautizaron como pragmática. 

El modelo de economía abierta y grandes negocios favorecidos por el Estado (neoliberalismo) que no había logrado consolidarse en el país por falta de consenso social, vino de la mano con el autoritarismo y contribuyó a la despolitización.

En un esquema en el que la política depende de una élite hermética de tecnócratas, militares y operadores de inteligencia, era obvio que el espacio parlamentario careciese de todo significado como se expresó francamente en el primer diseño del llamado “gobierno de reconstrucción nacional” a partir de abril de 1992, que eliminaba (disolvía) el Parlamento, luego reajustado bajo presión externa con el CCD de 1993, que nunca fue un Congreso superior o “más barato” que sus predecesores.

El fujimorismo siguió siendo, sin embargo, antiparlamentario a pesar de dirigir el Congreso de manera hegemónica durante casi ocho años, en los cuales pervirtió la institución al hacerla una caja de resonancia de la dictadura encubierta del Ejecutivo.

Pero, tras la transición del 2000, tampoco ha habido una reforma política y constitucional que restablezca el equilibrio de poderes y el control entre órganos del Estado. La crisis de la repartija fue una buena muestra de eso. Como lo ha sido reiteradamente la forma como los caudillos definen sus listas en cada elección.

Por eso la gran masa desconfía de que le añadan parlamentarios y organismos, para que todo siga igual. Y responde como si 21 años hubieran pasado en vano y todavía no supiéramos qué democracia es la que queremos para el Perú.

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